opinión
¿Innovación? Adonde vamos
no necesitamos innovación
Por Lalo Zanoni
Periodista especializado en comunicación digital y nuevos negocios.
A principios de septiembre Apple presentó el nuevo modelo de iPhone (el 14 y el 14 Plus)
y, como siempre ocurre, en las redes se leyeron quejas porque las novedades del dispositivo
eran muy poco importantes. Más de lo mismo. Los que mejor escribieron sobre el tema no
fueron los periodistas especializados sino que la noticia la dio Eve Jobs, hija del mismÃsimo
Steve Jobs. La chica, una modelo de 24 años, compartió en su cuenta de Instagram un divertido
meme (este nuevo lenguaje que se instaló con fuerza en los últimos dos años) de un abuelo
mostrando su camisa nueva, exactamente igual a la que tiene puesta. El texto de Eve decÃa:
"Yo actualizando mi iPhone 13 al iPhone 14 hoy luego de ver el anuncio de Apple".
Más allá de las cuestiones técnicas y caracterÃsticas del nuevo iPhone (que no analizaremos
acá), es necesario frenar un poco la pelota del frenesà tecno. Los eventos y presentaciones
cada vez son más espectaculares pero no logran disimular que casi todos los productos que
se presentan en las ferias tipo CES, Mobile Congress o IFA, o bien ya fueron presentados o no
tienen nada "nuevo" para cautivar al público.
Entonces la industria tecnológica inventa el agua tibia y nos dice que es una revolución,
que hay un antes y un después del agua tibia y que tenemos que correr a comprarla. Los
departamentos de Publicidad, Marketing y Relaciones Públicas calibran cada vez más sus
técnicas para hacernos creer que lo nuevo es fabuloso. Pero en realidad son esfuerzos para
elegir contar algo, armar una historia, un relato, un texto, una palabra, para no decir lo obvio:
"No tenemos nada nuevo para decir".
Esto se ve muy nÃtido (perdón la redundancia) en el mercado de TV. Las pantallas ya no
pueden ser más delgadas ni más grandes (no entran en un living o en un dormitorio) ni la
imagen más nÃtida. ¿Qué sentido tiene que la calidad de imagen sea mejor si ya el ojo humano
no alcanza a percibir esa cualidad? Sin embargo, cada modelo viene con nuevas palabras
para comunicar una nueva caracterÃstica: Ultra HD, QLED, Ultra Q LED, QNED, Quantum LED,
Dynamic LED, Micro LED, 4K, 8K, Ultra Sensor High y asà hasta el infinito.
Porque convengamos que, aunque le pongamos pantalla LED a su puerta, tenga más colores y
alarmas inteligentes que nos avisen en el reloj que faltan tomates, la pregunta es: ¿de cuántas
maneras distintas puede enfriar una heladera?
Tal vez sea hora de que en la industria tecnológica (me refiero a la que fabrica productos
de consumo masivo) reconozcan que el sector se encuentra en un estado de fatiga y preso
de su propia exigencia. No estarÃa mal. Admitirlo serÃa conveniente para todos (fabricantes,
medios de comunicación y consumidores). Como para bajar un poco la espuma. Y el humo.
Además, ¿por qué hay que ser disruptivo todos los años? ¿Cómo es posible eso? ¿Dónde está
escrito que la vida útil de un celular o una notebook tiene que ser nueve meses? ¿Cómo se
hace para ajustar el progreso cientÃfico a un Excel del área comercial o de marketing que
debe ser completado cada 3Q en las oficinas de Apple?
* * *
Ahora hablemos de innovación. O de lo que la mayorÃa del público, las marcas y los medios
entienden por innovación. Es cierto que, de tanto uso, la palabra ya está bastante quemada.
Ahora en el mundo de la publicidad, los medios y las empresas que -se supone- deben ser
disruptivas e innovadoras, ya nadie quiere usarla. En los eventos de las grandes marcas, sigue
como si nada: Innovation Day, Innovation Week, etc. Es paradójico, pero casi todos los que
hablan de innovación no innovan en cómo comunicar algo que no sea usando esa palabra.
Innovar es cambiar algo para mejorarlo. Hacer algo distinto, disruptivo.
Pero la innovación no es lineal ni una ciencia exacta. No siempre una idea, un producto o un
servicio (o el nombre de una marca) se impone porque sea "mejor" que otras. En el proceso
se juegan otras variables, tal vez mucho más complejas que la sola evaluación en categorÃas
simples como "buena" o "mala". Variables como útil o inútil, el precio, el acceso, la forma de
uso, el contexto polÃtico y económico, el lugar donde fue creado, su comercialización, el grado
de dificultad de uso, etc.
En 1866, durante la Exposición Universal de ParÃs, Luis Napoleón III lanzó un desafÃo a los
cientÃficos: encontrar una fuente de proteÃnas alternativa a la manteca y que fuera más barata.
Ganó un tal Hippolyte Mège-Mouriés, el inventor de la margarina. Europa adoptó el nuevo
producto, pero en Estados Unidos provocó el nacimiento del lobby de la industria láctea, que
emprendió una dura guerra contra el alimento. Los productores lograron leyes para que el
nuevo lácteo se prohibiera en varios Estados. Para conseguir frenar el consumo del nuevo
producto la industria se sirvió de estudios cientÃficos inventados y campañas de odio diciendo
que la margarina era "antiamericana" porque contenÃa un producto importado, el aceite de
coco. Desde la prensa y gracias a una fuerte campaña de PR, la industria láctea estigmatizó a
los hogares que la consumÃan porque estaban usando un producto barato, lo que cuestionaba
el estatus de una familia y la capacidad del padre de familia de proveer para los suyos. Recién
en los años cincuenta del siglo pasado la margarina superó en ventas a la manteca.
Si hablamos de ideas innovadoras, no podemos olvidarnos del clip. Definido como "quince
centÃmetros de alambre inteligentemente doblado", tal vez sea el objeto con el balance
función-sencillez más increÃble. Imposible lograr más con menos que con un clip.
TodavÃa se discute quién fue su autor. Al clip se le suma el botón y el ojal, un binomio perfecto.
El cierre (el sueco Gideon Sundback) y el velcro también se suman a la lista de grandes
innovaciones.
Al contrario de lo que se supone (y de lo que dicen en sus discursos en público) las sociedades
y los gobiernos tienden a oponerse casi siempre a las nuevas tecnologÃas y a las innovaciones.
A "lo nuevo". Lo nuevo da miedo e inseguridad. Lo conocido, lo que usamos a diario, lo que nos
sirve para anclar nuestras rutinas y para pisar sobre seguro, nos da cierta tranquilidad. Desde
el café a los tractores en la agricultura mecanizada, la imprenta, las heladeras, las vacunas,
la llegada de la electricidad, el teléfono, los remedios y ahora la Inteligencia Artificial o los
alimentos transgénicos. Todos son ejemplos que en su momento tuvieron mucha resistencia
social e, incluso, a través de la ley. Algo de esto sostiene Calestous Juma, un africano profesor
de innovación de la Universidad de Harvard, ya fallecido, en su interesante libro Innovation
and Its Enemies (2016): "Las sociedades no se oponen a las ideas porque sean nuevas sino
porque perciben pérdida".
* * *
El caso de Realidad Virtual (VR) es un buen ejemplo. Fue una de las tecnologÃas más publicitadas
entre 2013 y 2017. Casi todas las empresas grandes, incluidas Facebook, Microsoft y Google,
no solo invirtieron toneladas de dólares en este segmento sino que prometieron que generarÃa
una revolución (una más) en los rubros de entretenimiento, medicina y educación, entre otros.
Las expectativas eran muy altas. Samsung, Sony, Lenovo y LG, entre varias otras empresas,
lanzaron sus incómodos cascos de VR para disfrutar del contenido inmersivo en 360 grados.
La mayorÃa eran videos cortos y clips de juegos y pelÃculas. En el caso de Sony, para usarlos
con su consola PlayStation. En 2015 Facebook puso la vara alta al comprar Oculus Rift en dos
mil millones de dólares. Mark Zuckerberg dijo por todos lados que la VR era "la plataforma
del futuro" y apostó fuerte en su red social. Con ese impulso, cientos de emprendedores
se lanzaron de cabeza a desarrollar ideas y generar startups sobre diferentes productos,
contenidos y servicios para alimentar el ecosistema VR. El dinero de los inversores, siempre
a la búsqueda de nuevas oportunidades, no tardó en aparecer.
Recuerdo que en febrero de 2016 cubrà el Mobile World Congress en Barcelona. Todo era VR.
Samsung repartió su casco Gear VR a mil periodistas que asistimos a su keynote oficial y la
foto del evento se hizo viral: Mark Zuckerberg caminando sonriente entre el público sentado
con los cascos puestos. El público aplaudió exitadÃsimo.
Pero ya pasaron más de seis años de aquel dÃa. ¿Y qué pasó? El VR no existe. Es más, Samsung
ya no vende su casco. Las empresas quisieron forzar mediante el PR y la publicidad en los
medios algo que los usuarios no solo no necesitaban: tampoco pedÃan.
Las razones de su fracaso fueron varias: los cascos son incómodos, eran carÃsimos y el
contenido disponible era muy escaso. La experiencia no era mala pero no daba para más de
cinco minutos si uno no querÃa terminar con la cabeza dentro del inodoro. Sin ir más lejos,
en la feria tech CES de Las Vegas en enero de 2017, Intel hizo una demo de un video 3D con
casco de realidad virtual. Pero al entrar en el salón, repartÃan unas bolsas por si alguno de los
200 periodistas que asistimos querÃa vomitar. ¡Insólito! ¿Quién en su sano juicio pagarÃa 200
o 300 dólares por un producto que te hace vomitar?
El VR fue puro ruido en los medios, promesa, humo, como quieran llamarlo. Algunos dirán
"bueno, hay que esperar". Pero en tecnologÃa -y en casi todo- siete u ocho años es suficiente
tiempo como para determinar que algo fue un fracaso. Hay que aceptarlo de una vez: los
tiempos del marketing no son los mismos que los de la innovación.
Por todo esto, el VR es un muy buen ejemplo cuando alguien habla de "revolución", de la
nueva innovación y el fenómeno que causa sensación.
Tranquilos. Es más aconsejable la cautela y no subirse al primer colectivo que pasa. Y eso va
para los medios también. El periodismo suele ser muy efusivo con respecto a cada novedad
tecnológica. (A propósito: ¿adónde puedo comprar una TV curva?)
* * *
"Tenemos que convertirnos en HBO antes de que HBO se convierta en Netflix", dijo hace diez
años Ted Sarandos, el jefe de Contenidos de Netflix. Y lo logró. Se referÃa a la producción
de contenido propio (original), porque no solo podÃan ser una plataforma tecnológica de
distribución de contenidos de terceros (un video club digital). DebÃan ser HBO para generar
sus propias historias. Y asà nacieron House of Cards y otras series y pelÃculas producidas
por la compañÃa. Por supuesto que ahora tiene competencia (Disney, Amazon, Apple y HBO,
entre otros) pero Netflix sigue siendo el lÃder de la industria del streaming gracias a su visión
y a su velocidad.
Los cambios suelen ser rápidos o lentos, depende del cristal con que se miren. Pero hay algo
que es imposible de acelerar: el propio ritmo y la propia velocidad de las cosas. Por más que
se insiste en instalar el NFT, al menos hasta el momento, a la enorme mayorÃa de las personas
no parece importarle gastar cientos, miles o millones de dólares en un archivo digital.
"Nos preocupamos más por el futuro que por el presente", leà hace unos dÃas en un reportaje.
TenÃa razón. ¿Por qué tan apurados en lo que viene con tantos problemas pendientes para
solucionar?
* * *
La tecnologÃa es funcional a algo o no es. Soluciona un problema o no es nada. Desde la lapicera,
el corpiño o el alfabeto. El auto, las matemáticas, las puertas, el libro, una computadora, el
ábaco, la pelota, la rueda, Twitter.
La tecnologÃa debe ser eficaz (logra un resultado) y eficiente (debe lograrlo con recursos
mÃnimos).
Es cierto que tecnologÃa y ciencia se entremezclan y en general en los medios y en las personas
se usan indistintamente para hacer referencia a lo mismo. Ambas formas de conocimiento
usan métodos idénticos para existir y avanzar. Pero difieren solo en un punto: en su objetivo
primario. La ciencia tiene como objetivo comprender la realidad; y el objetivo de la tecnologÃa
es cambiarla.
Una vez, le pregunté para una entrevista a Genevieve Bell, una antropóloga norteamericana
de Intel, qué era la tecnologÃa para ella. Después de unos segundos de silencio, sorprendida
por la pregunta porque estábamos rodeados de periodistas y en un evento tech muy grande,
me dijo que la tecnologÃa es aquello que nos hace felices. Nada mal su definición.
En su excelente libro TeorÃa de la creatividad (Tusquets, 2016), el doctor en fÃsica catalán
Jorge Wagensberg explica sobre las ideas, desde su nacimiento hasta su realización. "Una
idea es un germen de conocimiento, una comprensión sin pulir, una chispa sin llama", dice.
Habitan entre un problema y una solución. El autor engloba a todas las ideas y las clasifica
según cuatro lógicas:
1) ideas para pensar el mundo
2) ideas para comprender el mundo
3) ideas para cambiar el mundo
4) ideas para vivir en el mundo
A las técnicas o tecnológicas las ubica en el punto 3, claro. Son ideas basadas en la eficacia y
en la eficiencia. Esto es una lógica, en definitiva, que pueda distinguir lo útil de lo inútil.