Cultura de la influencia Entrevista con Tomás Balmaceda y Juan Marenco
Por Majo Acosta
Hay una fuerza suave que está moldeando la sociedad, la cultura
de la influencia, un fenómeno que va más allá de la figura
del influencer digital y es muchas veces subestimado por la
comunicación y la publicidad. Tomás Balmaceda, Juan Marenco
y Miriam De Paoli desgranan esta nueva cultura en su último
libro y fue la excusa para conversar con Juan y Tomás sobre el
arte de lograr que las cosas sucedan, y el rol de la confianza, la
creatividad y el poder.
¿Como surge la idea del libro?
Tomás: Con Juan nos conocemos hace veinte años por las redes sociales, en la época de los
blogs, somos amigos. A Miriam la conocí por un laboratorio de comunicación a través de
una compañía, en Campana, la ciudad en donde estoy. Y por separado tenía con ellos charlas
sobre el rol de la influencia y cómo había cambiado la comunicación. Con Juan más desde el
aspecto del marketing y la publicidad, con Miriam desde las comunicaciones internas de las
compañías. De alguna manera hice el link y prepandemia empezamos a discutir desde nuestros
backgrounds bien diferentes con la idea de compartir y expandir esas discusiones. Durante
la pandemia hicimos los "Ciclos de influencia" donde charlamos con especialistas sobre qué
pasaba con la influencia en la comunicación política, el periodismo, con los influencers en el
sentido más tradicional. Y la escritura del libro fue un desarrollo de eso, de nuestras propias
experiencias también como docentes, el resultado de iterar y prototipar los conceptos. No
sentimos que el libro es un punto final si no la apertura. Juan: En el último IAB Now dimos una charla que se llamaba "Influencers profesión de
riesgo", y recuerdo que entró muchísima gente a la charla, seguramente riéndose o pensando
que estábamos locos. La charla hablaba de que los influencers son gente que trabaja con
algoritmos que no conoce, a la que le cambian las reglas todo el tiempo, sin regulación,
con gente que las insulta todo el tiempo. Y creo que al escucharla algunos dijeron "Acá hay
algo". Había un interés sobre eso que nosotros pensábamos en nuestros cafés, en cruces por
WhatsApp.
Hay un concepto muy interesante que ustedes plantean: la influencia como una matriz,
más allá de la figura del influencer digital, de una "fuerza suave o fuerza sin fuerza"
Tomás: Nosotros vemos la cultura de la influencia como una matriz para entender la coyuntura
actual pero también entendemos a los influencers como un dispositivo comunicacional.
Posibilitan formas dentro de las plataformas que se fueron derramando a otros ámbitos.
La noción de influencia está en constante "work in progress". Es un tipo de liderazgo de
conversaciones que no es propia del siglo XX. Nosotros veníamos de un verticalismo (en el
que todos caímos) donde la figura modelo era Steve Jobs, ese gurú único, diferente del resto,
el que te daba la keynote, el que tenía el insight del producto y te lo vendía. Hoy aparece la
idea de la influencia, que es un liderazgo no verticalista y no coercitivo. Estamos cansados de
tener que cumplir las cosas simplemente por cumplir o que alguien nos ordene algo y hacerlo. Rara vez un líder tradicional, un gerente o un CEO es un influencer. Es más difícil ver
cómo puede cambiar la conducta de los demás o inspirar a los otros, si eventualmente
está en una posición de poder. Y por eso es interesante ver cómo este nuevo tipo de
poder, esta fuerza suave, es más rizomática, va a un nivel horizontal. Tiene por supuesto
sus bemoles, y distinguimos muy bien la mala influencia de la buena influencia (y no es la
única manera de cambiar la conducta de las personas, hay otras herramientas disponibles).
Pero para este momento histórico, la influencia es una nueva forma de liderar que se adapta
a 2023.
Juan, ¿la industria publicitaria aún subestima esa fuerza?
Juan: Sí, pasa, y por varias razones. Primero por la utilización del nombre "influencer" muy
asociado a Instagram y al creador de contenido de Instagram. Nuestros propios influencers
o creadores de contenido buscan llamarse de otra manera. Y después está eso de bajarle
el precio al influencer, pienso una idea para una campaña y después, al final, "la bajo" al
influencer. Pero en contradicción con esto, cada vez más las agencias tradicionales, integrales
o digitales, cuando piensan ideas digitales, terminan pensado ideas de influencers. Y se crea
cierta tensión. Uno como agencia especialista se sienta en una mesa con otras agencias y
todos se ponen a pensar ideas de influencers, cuando es nuestra responsabilidad porque
saben que si uno piensa digitalmente tiene que pensar ideas de influencers.
El influencer trajo también la noción de fragmentación. Nosotros hoy consumimos contenidos
de N formas distintas, posiblemente contenidos más cortos, de medios más fragmentados
que a nosotros nos obliga a pensar ideas que también se ejecuten de manera fragmentada, e
intentar construir ideas que se viven sobre un mismo marco y que la persona del otro lado
que reciba esos estímulos, pueda interpretar en su cabeza que eso corresponde a algo más
grande. La cultura de la influencia no está hablando solo de los influencers. Se rompió
el paradigma de la verticalidad en todo sentido, desde los gurúes hasta los medios
masivos; antes un solo programa o medio de comunicación les hablaba a millones de
personas y con eso resolvían en problema.
En el libro hablan de la paradoja de la confianza: disminuye en las relaciones asimétricas,
pero crece la confianza entre pares, extraños. ¿Cómo se resuelve esta paradoja?
Tomás: Este es un momento superinteresante para pensar estas cosas porque estamos en
el medio de la transformación. En esa trasformación entre adoptar el mundo nuevo y dejar
el viejo, todo es doloroso. Lo vamos pensando a medida que va sucediendo. La crisis de
confianza y el escepticismo tienen que ver con las asimetrías. Desconfío del Estado, de
los medios, de la ciencia, de los políticos, porque no son iguales a mí. Pero confío en los
que son iguales a mí: por eso tomo Cabify y Uber, uso Airbnb o tomo las recomendaciones
de alguien que no conozco pero que me parece que va a una cafetería como la que yo
quiero. La crisis de confianza se da con aquellos que no son percibidos como pares.
¿Imaginan un contrapoder a las plataformas que, como bien dicen en el libro, son juez
y parte?
Tomás: Nos imaginamos un futuro distinto para los influencers, sin likes con ética.
Juan: Estamos en un momento de cambio permanente. Hace algunas semanas para los
creadores de contenido se abrió un paraguas enorme: aparece Twitter blue, pensamos que
Elon Musk había enloquecido y a los quince días Mark Zuckerberg saca lo mismo, e Instagram
puede empezar a ser una plataforma de creadores de contenidos premium en donde los
creadores pagan 15 dólares por mes. Entonces, se acabó el concepto de micro-influencer, que
está queriendo explotar y probablemente se vaya a otro lugar como TikTok o posiblemente
otro lado. Nos cuesta mucho pensar en un mundo concentrado nuevamente. Un mundo de
gurúes y verticalidad. Sí creemos que esto se va a seguir modificando pero no tenemos tan
claro sobre qué plataformas.
En nuestro newsletter mencionamos un concepto que surgió en Estados Unidos,
"enshitification", las plataformas tienen una fecha de vencimiento, y se da cuando empiezan
a ser un lugar de odio para los creadores de contenido y los anunciantes. Y cae sola ante la
presión de pagar ganancias y dar respuesta a Wall Street. Pero siempre aparece alguna otra
cosa que lo resuelve. Espacios en donde los creadores de contenido empiezan a plantear sus
problemáticas y a darse cuenta de que es necesaria una ética del influencer. Es necesario un
lugar más sano en la construcción, donde se cuide la salud mental de las personas que están
creando contenidos... Las plataformas están en ese hack hoy.
En Estados Unidos se están planteando prohibir TikTok, lo prohibieron organismos del
Estado. También en Europa... Por otro lado, está la discusión sobre si tiene penalización la
generación de contenido poco transparente, con algoritmo poco transparente.
Nosotros somos optimistas en relación a la tecnología y creemos que posiblemente sigan
apareciendo cosas cada vez mejores, que permitan un mundo igual de fragmentado pero
más sano y más ameno.
¿Tienen esperanza en web3?
Tomás: Sería ideal que la web3 no repita errores de la web 2.0, está bien empezar a discutir
los errores y tratar de entenderlos. Preburbuja de las puntocom, una de las leyes que tenía
esa primera internet era que no se podía comercializar. Creo que entendimos. Juan y yo somos
hijos de la web 2.0, y por supuesto hoy quizás permiten discursos de odio y distanciamientos,
con lo cual hay que pensar las promesas de la web3 que son a largo plazo; tenemos que pensar
además toda esta explosión de interés por la AI Generativa, quizás no veo algo tan nuevo
bajo el sol. Pero a diferencia de otras promesas como la de metaverso y criptomonedas, que
parecen muy a largo plazo (aunque se comunicaron como que eran de corto plazo), esto es
más real. Juan: Como dice Tomás, nuestro vínculo está marcado por web 2.0, el mundo de los blogs
y la explosión de Twitter de 2007, 2008. Posiblemente eso también esté pasando en ciertos
territorios de la web3, hay que confiar en que hay un montón de gente como nosotros que
está discutiendo y trabajando, creciendo y creando (no solo para ganar un peso más en eth
o bitcoin) sino discutiendo una mejor internet. Las microcomunidades están explotando e
internet es un poco eso, va y vuelve.
¿Qué espacio hay para la creatividad cuando los algoritmos premian fórmulas?
Tomás: Con respecto a la creatividad, siempre hubo temores ante la aparición de nuevas
herramientas. Lo que puede pasar con una AI generativa, todos probamos Chat GPT o Lensa
y después vimos que hay gente que puede hacer cosas diez veces mejores que nosotros con
eso. Cuando hay una buena supervisión, los resultados son mucho mejores. Estoy trabajando
con una de las universidades en ver usos creativos con Chat GPT y me pasé el fin de semana
jugando con eso. Por ejemplo, para la filosofía, la comunicación y la reflexión, puede servir
para sacarte de la página en blanco, pero no te va a dar una respuesta perfecta y claramente
un profesor se va a dar cuenta. Seguramente aparecerán herramientas que te permitan
detectar el uso de AI. A mí la trampa no me preocupa tanto, es una manera de arrancar.
Están las agencias que lo usan para copys, pero si tu copy lo puede hacer AI, ese trabajo
no está tan bueno y tendrías que buscar otro rol. Siempre hubo temores sobre cómo las
herramientas iban a impactar en distintos trabajos, y esto no es muy distinto. Creo
que va a transformar y generar nuevos trabajos. Un curador de prompter sería una
buena tarea. No creo que la creatividad humana este amenazada, para nada.
¿Qué rol les toca a las marcas? ¿Qué están haciendo mal, que deberían hacer bien?
Juan: A las marcas la pandemia las aceleró, como a todos. Desgraciadamente soy viejo en
esta industria y empecé antes de YouTube, Facebook, Twitter. Estuve en esas discusiones
sobre "Hay que estar en Facebook y Twitter" porque alguien decía que había que estar, pero
nadie se preguntaba por qué. Siempre hay que preguntarse por qué hacemos las cosas.
El trabajo en redes sociales tiene que tener un por qué. El rol de las marcas es ser lo más
inteligente posible; no dejar al influencer para el final y que sea el último orejón del tarro, no
subestimarlo. Porque, en general, es al que más le piden.
Segundo, no hay que desesperarse tanto. Hay que pensar las cosas antes, y con estrategia.
Pensarlo de una manera más cabal, como parte de una campaña integral. Y no estar tan
obsesionado con si el producto aparece de alguna manera o el copy está de otra. Entender
de la fragmentación de los contenidos, y de la cocreación, que es muy importante el rol de
la marca porque sabe lo que quiere pero también el de la agencia, porque es la que sabe de
marcas y publicidad. Y sobre todo es muy importante el rol del creador del contenido porque
es el que sabe de su propia audiencia y sabe qué contenido le funciona. Hoy estamos en otro cambio paradigmático en lo algorítmico. Hasta hace poco, la
dominación del algoritmo estaba dada por la cantidad de seguidores, le estoy hablando
a una audiencia X, y parte de esa audiencia va a ver mi contenido: el modelo Instagram.
El modelo de TikTok vino a decir: le estás hablado al mundo todo el tiempo. Entonces si
le estás hablado al mundo todo el tiempo, no importa quién te siga, lo único importante
es el contenido, es la creatividad. Tu única obsesión tiene que ser el contenido y no otra. Es
una gran noticia para los publicitarios.
¿Cómo está la Argentina en función de otros mercados? ¿Y qué está pasando con esta
movida #deinfluencer, el no comprar?
Juan:Siempre hablamos con Tomás de la paradoja del influencer de opinión libre y
genuina. Esa opinión libre y genuina fue la que atrajo a las audiencias y después a
las marcas. Se genera empatía con eso que estás compartiendo y eso construye una
comunidad. La comunidad crece y la marca dice: eso me interesa. Cuando quiere
intervenir con esa comunidad, la opinión deja de ser libre y legítima porque empieza
a interferir la marca diciendo "tenés que decir esto de mi marca". Es una tensión
permanente.
La crisis del mundo de los influencers de la que se habla tiene que ver con una generación que
empezó a crear contenido interesante pero solo para marcas, y eso empezó a producir tensión
con su comunidad. A partir de esa misma tensión es que aparecen nuevos generadores de
contenido, más libres de este mainstream marcario. Y hablan mal de las marcas, y posiblemente
hablen bien de otras, y ahí se inicia otro ciclo.
Está bien que los influencers reciban dinero de las marcas y moneticen pero sería bueno que
las elijan. Que se casen con una, dos o tres marcas y nada más. Que construyan vínculos a
largo plazo con esas marcas y no sea una entrada y salida. Y lo mismo les digo a las marcas:
traten de construir vínculos a largo plazo con algunos influencers. Y dejar que la cosa fluya.
A las marcas las critican todo el tiempo y en todos lados: en las redes y frente a la góndola.
Y no pasa nada con eso. Las marcas quieren controlar todo ese ruido y ese mensaje y no se
puede. La construcción de sentido y de marca en una era como esta es suave. Hay que hacerlo
con constancia y con paciencia. En la Argentina tendemos a cerrar el universo de los influencers en Maratea, Ibai,
Paulina porque conversando en un asado son los que todos conocen. Ahora, el 98%
de los creadores de contenido están en el mundo de la fragmentación. Son más chicos,
de nicho y les hablan a pares. La Argentina tiene un mundo de creadores de contenido
espectacular, muy interesante. Dentro de Latam es uno de los mejores mercados por la
cantidad de verticales que tiene. Electricistas, fitness, arquitectura, hay un lugar para todo lo
que quieras buscar. Es un nicho enorme y muy relevante.
Pero hay algo que está pasando, y lo venimos mencionado en nuestro newsletter Be Curious:
una especie de construcción de una elite de influencers y una necesidad constante de
mostrar sus privilegios. Y hay un enojo por parte de las audiencias por eso. Cuando vemos
que a un influencer lo invitan a un viaje, una cena y solo es para ellos (no lo comparte con
su comunidad), y su vida es cada vez más lujosa y distante de lo que era, dejaron de ser
pares para convertirse en celebrities. Rompieron el vínculo, el ida y vuelta. Había un contrato
de lectura y se rompió. Hay muchos influencers que no están entendiendo eso. Y por eso
aparece TikTok y el "working class hero": un tipo de creador de contenido que en Instagram
no tenía espacio. Creadores populares, realmente pares. Y los que quedaron en Instagram y
no entienden por qué les va cada vez peor, quizás deban tener que mirarse al espejo y ver que
esa aspiracionalidad no está gustando.
Sobre la cultura de la cancelación: ¿cuál es tu consejo para los creadores?
Juan: La cultura de la cancelación es el peor de nuestros males de este momento. Nace con
una intención positiva, una especie de búsqueda de justicia y se convierte en una persecución
ideológica de cualquier persona que piense distinto de vos. No tiene ideología. Está en los
ámbitos progresistas y en los reaccionarios también. Y una especie de potenciación de la
grieta (que no es argentina ni local, no es un invento nuestro) y potenciado además por los
algoritmos que alimentan esto, mostrándonos a gente que piensa como nosotros.
Pero también empezamos a ver que si cancelan a todo el mundo, en definitiva no cancelan
a nadie. No hay ningún tipo de funcionamiento sobre eso. ¿Cuántas personas que fueron
canceladas dejaron definitivamente de trabajar? ¿O desaparecieron del mapa? Mi consejo a
cualquier persona que está leyendo es dejar de insultar a la gente en las redes sociales.
Abandonar esa práctica definitivamente. Y segundo, es muy difícil crear contenido
cuando te están agrediendo. También pasa que los intentos de cancelación de algunos
influencers no avanzan porque la propia comunidad los defiende.