Lo que comenzó en los 90 con un grupo de pioneros que cada junio
cruzaba el Atlántico para competir y aprender, con el tiempo se
convirtió en una delegación sostenida y que cada año, a pesar de
las vicisitudes del país, dice presente en La Croisette. Invitamos
a varios de los protagonistas de esta historia a compartir las
enseñanzas que les dejó el festival bajo la consiga "Lo que aprendí
en Cannes..." tan amplia como personal; porque cada uno vive el
festival a su manera en distintos momentos de su carrera: como
jurado, como competidor, como argentino, como encuentro entre
pares, como si no hubiera un mañana...
En Cannes aprendí varias cosas en los últimos años, pero lo más importante es intentar
llegar al día -1 del festival, orgulloso del trabajo que se está llevando. Si luego los resultados
acompañan, genial, pero siempre nos gusta hacer un recap previo al festival y felicitar el
trabajo realizado, celebrarlo, debatirlo. Obviamente que si ese esfuerzo luego se transforma
en un león es mucho mejor, pero nos gusta hacer una autocrítica previa, sin el diario del lunes.
El posfestival sirve para ajustar la vara para lo que sigue luego de haber visto los trabajos
destacados.
Aprendí que cuando ganás no sos un genio, y que cuando no lo lográs no sos el peor del mundo.
Que analizar los premios desde un solo punto de vista es imposible. Cannes es un promedio
entre el criterio de Occidente y Oriente... con lo cual el resultado es una suerte de consenso
entre profesionales de todas partes del mundo, con diferentes criterios y realidades. Y que
por eso en cada edición va a haber piezas premiadas con las que esté de acuerdo y otras con
las que no, porque justamente, es un promedio de criterios.
Para CCU, fue muy importante haber ganado un León con cerveza Salta en su momento.
Somos una compañía cuyo propósito es crear experiencias para compartir juntos y lograr
un mejor vivir, y en eso nuestras marcas cumplen un rol fundamental. Las marcas regionales
son el corazón de CCU. Una marca como Salta (o Santa Fe) es parte del ADN y del nacimiento
de CCU. Son marcas que además cumplen un papel en el crecimiento de la compañía y dan
visibilidad a nivel nacional, lo cual es muy importante.
Salta, además, tiene un gran equity, lo que permitió que bajo su paraguas lanzáramos el año
pasado Salta Cautiva. En definitiva, un reconocimiento internacional como el de Cannes nos
permitió seguir dándole fortaleza a un pilar clave: que las marcas sigan siendo preferidas por
nuestros consumidores.
Llevo más de diez años participando en el festival, y cada uno ha sido distinto. El primero
siempre es especial, todo nuevo y todo genial. Pero ese primer año en particular viví en
directo el poder del festival. Ganamos varios oros y algunos premios más, en ese preciso
momento nuestro nombre y campaña recorrió todo el mundo a una velocidad que nunca había
experimentado. Esa semana aprendí que el festival tenía una razón de ser muy importante
para nuestra industria: visibilizar la mejor creatividad a nivel global, se haya pensado en el
barrio de Chacarita o en Nueva York, daba lo mismo. Lo que importaba era la idea.
En Cannes aprendí que al fin de cuentas todo es un juego. Y como todo juego, querés ganar, y
perder se siente horrible. Pero es un juego, y eso hace que esta profesión sea una de las más
divertidas que hay.
¿Qué aprendí de Cannes? Cannes es un juego y, como todo juego, tiene sus reglas. Pero los
verdaderos matices aparecen cuando tenés la posibilidad de jugarlo en primera persona:
cuánto más vas, más lo jugás, más lo entendés y más va cambiando lo que te interesa de ese
juego.
A veces son los premios, a veces las charlas, a veces el networking... y a veces todo junto.
El festival se puede adaptar a tu crecimiento como profesional y como persona. Pero me
gusta mirarlo así, como un juego. Uno importante sí, pero un juego.
Cannes es una inyección de motivación, una ola de creatividad que te revuelca y te refresca.
Cada año renuevo los votos con esta profesión cuando admiro, analizo y envidio las ideas
ganadoras. También es una montaña rusa de adrenalina, rezando a vaya saber qué Dios para
que tu pieza se lleve un metal.
Y por último, para mí Cannes es la prueba fehaciente de que el talento argentino es valorado
en todo el planeta, cada año me cruzo y me abrazo con amigos que hoy trabajan por el mundo
liderando prestigiosas agencias.
2022 fue la primera vez que fui a Cannes y fue espectacular. Sinceramente estaba llena de
preguntas, miedos e inquietudes. Por suerte tres amigas y colegas estaban en la misma
asique nos divertimos mucho en la previa (irreproducible la cantidad de pavadas que nos
preguntábamos).
Una vez en Cannes la experiencia superó todas mis expectativas. Lo tuvo todo. Megaintenso
porque mezcla networking, querer ir a las diferentes charlas y darte cuenta de que muchas
pasan a la misma vez en distintos lugares y es imposible, la entrega de premios, comidas,
fiestas, encontrarse con amigos y hacer nuevos 🦁😎.
A mí me encantó. R/GA tiene una agenda importante también y la verdad es que se vive una
semana de mucho bonding entre todos los que estamos, eso también me pareció muy genial.
Pasar tiempo en persona con gente que laburás todos los días pero por Zoom no tiene precio.
Aprendí que no hay que llevar zapatos, porque te la pasás caminando y que este año voy a
llevar menos ropa y voy a ponerle un Apple Tag a la valija, ya que el año pasado se me perdió
y estuve todo el viaje sin nada.
Ese es un poco mi resumen. Para mí Cannes fue muy inspirador desde muchísimos lugares.
Realmente a nivel industria ves trabajos increíbles, te abre la cabeza. Te hace pensar, te dan
ganas de ir por más. ¡Ver todos esos trabajos juntos es 🤯! Querés volver y ya
ponerte a laburar y romperla. Querés transmitir todo eso que viste y viviste a todos en la
agencia.
Perdón. Son más de cinco líneas. No tengo poder de abreviación.
Como jurado fue una experiencia enriquecedora sobre todo por el punto de vista multicultural
de cada miembro del jurado, es realmente espectacular conocer otros enfoques que te hacen
pensar diferente o ver los casos con otros lentes.
Como competidor es un stress total, y más todavía para los creativos, eso es algo que,
honestidad brutal, no me gusta. Es como perder el mundial, lo gana uno solo. Creo que sería
bueno (sé que es naif de mi parte) verlo como aprendizajes no como derrotas.
Como argentino siempre es un orgullo porque cada año se ve el gran talento que tenemos
como país, y eso es para celebrarlo siempre.
Como encuentro entre pares, es lo más rico sin dudas, el encuentro con colegas de todo el
mundo, compartir miradas, vino y encuentros cara a cara es lo más hermoso del festival.
Como si no hubiera un mañana, jeje, aprovechar cada minuto ahí en el aquí ahora, disfrutando
la presencia, el encuentro, el aprendizaje y siendo curiosa para seguir siempre desafiando lo
que creo es bueno, porque ahí es donde mejor podemos crecer como profesionales y como
personas.
Como jurado aprendí que los casos tienen que ir al punto, ser entretenidos y que si la idea
no es buena, no vale la pena tirar la guita. Como competidor, que hay que ir con humildad
porque el festival te pone en tu lugar. Y como argentino aprendí que le podemos hacer partido
a cualquiera.
Cannes puede ser un gran termómetro de dónde está el foco de las agencias a la hora de usar
su tiempo y su energía. Sobre todo, puede servir para entender qué resultado es el que se
festeja, qué es lo que ilusiona y cuál es el motor que nos hace hacer buenas ideas.
Creo que la respuesta a esas preguntas tiene como consecuencia el lugar que los clientes
les dan a las agencias en sus decisiones de negocio y en las discusiones que exceden el
Departamento de Marketing. Creo que Cannes nos puede obligar a pensar qué nos divierte y
qué nos ilusiona de nuestro trabajo.
Aprendí mucho, sobre todo de toda la gente que conocí y con muchos de ellos luego trabajé
y seguí aprendiendo. Aprendí cómo trabajar con agencias marca de diferentes culturas. Y
muchas veces me inspiraron las charlas del Palais y sus oradores, de donde aprendes a tener
una perspectiva internacional de la publicidad.
Cannes es y será siempre algo que marcó el camino, el mío y el de todos. Hace poco me
cuestionaban por qué le había puesto tanto foco en el festival. Y para mí el festival lo que hizo
fue organizarme y marcar los estándares globales que yo quería tener para la comunicación.
Cannes marcaba hacia dónde tenía que ir como creativo y hacia dónde tenía que ir mi agencia
y mi red.
Fui descubriendo con el tiempo que puede ser que me haya obsesionado un poco pero eso
nos permitió también empezar a ocupar un lugar fuerte en el mundo. Y que la creatividad
argentina fuese sinónimo de creatividad. En ese sentido yo gané pero también ganamos todos
como industria.
Te puedo llegar a decir algo dramático: si tuviese que decidir dónde esparcir mis cenizas,
seguramente algunas irían a La Croisette.
En Cannes aprendí muchas cosas que me hicieron mejor creativo, o eso quiero creer. Aprendí
que podes sentirte el mejor acá pero después de un ratito allá te sentís uno más del pelotón,
te dan envidia muchos trabajos, te das cuenta del lugar que ocupás en el mundo. Duele a
veces pero es bueno que eso pase porque al otro año querés volver mejor. También aprendí
que tenemos mucho talento argentino, que una vez que estás allá somos todos del mismo
equipo, hay una linda hermandad. Por último, aprendí que cuando Diego Medvedocky te dice
"quedate un rato más, tomemos el último gin tonic", nunca pero nunca es el último gin tonic.
Mi primer acercamiento a la creatividad empezó con una muestra de Cannes Lions cuando
estaba estudiando. Me impactó tanto que fue determinante para decir: lo que quiero hacer es
creatividad. Desde ese momento siempre me representó inspiración, motivación para pensar
cada vez mejores ideas.
Vivir la experiencia de estar ahí y tomar contacto con el festival me dio dimensión de la
cantidad de ideas que se juzgan, el nivel creativo y de craft frente al que competís, la diversidad
de categorías y de la experiencia más allá de los premios, las conexiones que hacés, etc.
Y hoy, teniendo el gran honor de ser parte del jurado, descubrí una cara completamente
distinta del festival, el estar del otro lado. Tener la hermosa responsabilidad de ver trabajos
de todas partes del mundo y valorarlo, tomando cada entry con respeto y aportando mi punto
de vista al festival. Implica una dedicación grande pero también es una experiencia que, sin
dudas, disfruto y enriquece; sabiendo que lo que estás premiando marcará un rumbo y será
inspiración para toda la industria.
En Cannes aprendí muchas cosas: desde descubrir el trabajo que hacían Inglaterra y Estados
Unidos, para entender la diferencia de ideas, insights y presupuestos que manejaban las
potencias mundiales en comparación con la Argentina, hasta la forma de hacer networking
que tenían los americanos y europeos. Pero lo más importante para mí de Cannes es que
fue la vara donde medirme, la guía de la autosuperación, la escuela donde aprender que el
talento no tiene fronteras.
Lo que aprendí en Cannes es que es una gran lotería. Estamos todos en el casino de la rambla
de Mar del Plata pero del otro lado del charco. Vas poniendo fichitas en diferentes categorías
y a esperar que la suerte te acompañe. Hay una cuota de azar que no se puede controlar, lo
mejor que podés hacer es entregar un laburo que te guste a vos y ayudar a la suerte con eso.
Un año ganás y sos "el más campeón" y al otro año el azar no te acompañó y sos "el más choto
del mundo". Si aprendés que no sos ni una cosa ni la otra en ninguno de los dos casos, ahí
recién podrías decir que ganaste en Cannes. Porque en definitiva el Casino es el único que
siempre gana.
¿Qué aprendí de Cannes? Mi primer participación fue en 1997, en todos estos años aprendí
que las grandes ideas triunfan en la audiencia real y el jurado, y que los profesionales que
crearon esos trabajos serán siempre los más respetados, recordados y reconocidos. Que con
un aviso nacido de la "proactividad" de una agencia se pueden conseguir 15 minutos de fama
y hasta hacer una carrera muy exitosa. Y que año a año Cannes es un espacio para disfrutar
hasta donde llega la mente humana. Ahora resta ver hacia dónde va Cannes con la revolución
IA, yo empezaría por reemplazar a los jurados.
En Cannes aprendí a ver el trabajo del mundo, yendo a las proyecciones de las categorías
donde todo se inscribe. Aprendí de lo bueno y de lo que no hay que hacer. La proyección de
los shortlists y la premiación eran y son los momentos en que reivindico nuestro trabajo,
celebro que se pueden hacer cosas buenas, con fin comercial y con fin humanitario. Conocí
mucha gente del mundo con quienes después fuimos socios y hasta amigos. Viví mundiales
por tele con la banda argenta que estaba ahí y en el 98 me fui a verlo en vivo en Francia. Como
jurado aprendí mirando y analizando el trabajo de todos, desde las 8 de la mañana hasta las
diez de la noche durante cinco días, durísimo pero buenísimo. Y terminado el festival muchas
veces me escapé a lugares tremendos. Gracias, Cannes.
Creo que el principal aprendizaje, después de tanto tiempo de seguir y participar del festival,
es que cada año nos deja algo nuevo para tomar. Cannes es el festival que setea la vara de la
industria, el que marca el norte.
En una industria que todo el tiempo busca certezas, en una disciplina como la comunicación
que muchas veces no las tiene, el trabajo que vemos en Cannes es lo que nos da una pequeña
pista de "por dónde va la cosa". Vemos desde posicionamientos disruptivos de marcas que nos
invitan a repensar los de nuestros clientes hasta usos innovadores de tecnologías, medios,
formatos y plataformas que abren el juego a nuestra forma de usarlos.
Cannes para mí es la posibilidad de encontrarme con colegas de todas partes del mundo e
intercambiar vivencias y estilos para aprender de los otros. También aprendí que hay que ir
con objetivos definidos, como nutrir tu red de contactos o mostrar el laburo de tu equipo.
Si uno va sin objetivos, es muy fácil distraerse. Desde un punto de vista creativo, es muy
interesante ver ideas que generalmente no te llegan. Otro pensamiento que tengo es que ganar
en Cannes es importantísimo, pero no necesariamente quiere decir que ese trabajo es mejor
que el que no ganó, porque las ideas que están muy enfocadas en un mercado determinado
no les transmiten lo mismo a jurados de diferentes orígenes. Por eso no hay que tomar la
creatividad que gana como una tendencia a seguir, sino como inspiración para hacer trabajo
relevante en nuestros mercados.
Más que lo que aprendí me gusta la idea de hablar de lo que te hace vivir. Para un creativo no
debe existir un sentimiento de alegría más grande que el momento que te avisan que ganaste
un león, es un recuerdo que te va a acompañar siempre. En lo personal tuve la fortuna de
vivirlo varias veces, un momento inolvidable fue escuchar a todo el Palais riéndose con la
proyección de "Trencitas" para H2OH.
Cuando hablamos de creatividad es imposible no hacer referencia a la meca de la misma:
el festival de Cannes. Los diversos vaivenes del mercado y una pandemia en el medio nos
alejaron de esa instancia luego de haber ganado un bronce en 2017 con el comercial "Los
Parrilla". Pero con orgullo volvimos al camino de los galardones el año pasado con un león de
plata en la categoría Conected Devices por el proyecto "Whopper Heist".
Este año participaremos con dos proyectos muy interesantes: "The Best" y "Stranger King",
esperando representar de forma exitosa a nuestro país.
Sin duda, Cannes es un termómetro de suma importancia para medir el peso de nuestra
creatividad y nuestra habilidad de generar mensajes con alta capacidad de expansión,
siempre con el desafío de tener una creatividad funcional a las necesidades del negocio. Estar
presentes en el festival, una vez más, nos impulsa a seguir construyendo sobre este camino y
a seguir innovando en cada idea creativa que realizamos.
Tuve dos aprendizajes en diferentes momentos de mi vida y de la industria.
El primero fue trabajando en relación de dependencia, donde Cannes me dio la visibilidad
para tener una carrera internacional.
El segundo aprendizaje vino cuando abrí mi propia agencia y es el siguiente: "Qué estúpido
que es el ego". Y qué bien lo está aprovechando Cannes.
Si uno mide en dinero: las horas que le dedica a armar un caso, a hacer la inscripción, el fee
por entry y el viaje. No hay que ser muy despierto para darse cuenta de que le armamos
todo el negocio al festival. Ahora, uno podría decir que eso se ve luego reflejado en new
business. La realidad es que no. El new business no viene con los premios. Hoy todos los
ganamos, en mayor o menor medida. El problema es que en el 99% de los casos, el premio no
refleja el verdadero impacto de una campaña. El verdadero Cannes se juega en la calle, con
el consumidor real.
El trabajo bueno y efectivo no necesita ser evaluado por ningún jurado. Y es el que hace que
te llamen nuevos clientes. Nos pasó mil veces, trabajando para Cerveza Andes, luego para
Sprite, Doritos México, Dove, con Netflix, Lay's y la Champions, etc. Ese es el premio que trae
new business: el trabajo del que todos hablan y llevar resultados tangibles de negocio. Lo
otro es un juego del ego, que lo único bueno que tiene, y rescato, es encontrarse con amigos
que viven en diferentes lugares del mundo.
Me parece que en cada etapa de la carrera fui aprendiendo diferentes cosas de Cannes. Que
es lo más importante que te puede pasar. Que ni en pedo es lo más importante que te puede
pasar. Que sirve para ponerse un objetivo. Que el objetivo en realidad es hacer un buen
trabajo, y que está buenísimo si además gana un premio. Que es injusto. Que es difícil. Que es
un punto de referencia. Que saca lo mejor de la industria. Que también saca lo peor. Que es
efímero. Que siempre te da revancha. Que hay que saber aprovecharlo. Que hay que aprender
a no sufrir. Que si tenés contenders no se puede no sufrir. Que si vas, te conviene parar cerca
del Martínez.
Obtener una distinción en el festival internacional de creatividad más importante del mundo
es para una marca lo que para un equipo de fútbol representa ganar el mundial.
Se trata del reconocimiento a una construcción de marca que busca trascender su propuesta
de valor, contando la historia de una manera que cautive a una audiencia cada vez más
saturada de estímulos y mensajes.
Este festival celebra la vocación de las marcas por mantenerse relevantes y significativas en
la vida de las personas.
Particularmente, en relación al león que recibimos por la campaña de Cyber Fraude, este
nos abrió puertas en muchos ámbitos y foros durante todo el año, para que HSBC pudiera
compartir su visión y concientizar sobre una temática que nos preocupa y ocupa. Nos permitió
alertar y cuidar lo más valioso que tenemos: nuestros clientes.
En Cannes aprendí a intercambiar visiones y experiencias con profesionales del mundo que
siempre me sirven para inspirarme y encontrar nuevas formas de narrar. Aprendí a tener
una mente abierta para disfrutar de grandes trabajos, a entender las diferentes culturas e
idiosincracias de cada cultura dentro de la industria. Y sobre todo aprendí que nuestra industria
siempre está en constante evolución, lo que me llena de energía para seguir evolucionando
yo también en mi trabajo.
¿Qué aprendí en Cannes? Ufff, ¡qué pregunta! Tuve la suerte de asistir por más de diez años
y en distintos roles: junior, senior, jurado, compitiendo con buen trabajo y años con pocas
cosas. Sin dudas, una gran parte de lo que soy hoy profesionalmente tiene mucho que ver con
lo aprendido ahí. Aprendí de exigencia, de ambición y de inspiración. De grandes alegrías y
tremendos bajones. Aprendí de craft, tecnología y sustentabilidad. Aprendí que si lo soñás
fuerte, pasa. Que el rosé puede darte dolor cabeza. Que Cannes te da revancha. Aprendí que
hay muchos locos igual a uno alrededor del mundo que vale la pena conocer. Aprendí un
montón de cosas, pero si algo tiene de maravilloso el festival, es que cada vez que vuelvo
aprendo algo nuevo.
En Cannes aprendí que el vino rosado puede ser bueno y barato.
Que las villas donde se descontrolan los rockstars son reales. Y que las fiestas de las productoras
emulan esos descontroles.
Que un member of the board de una multinacional puede ser alcalde de Cannes.
Que los cócteles privados enfrente de la catedral son posibles. Lo mismo que en la Île Sainte Marguerite.
Que el glamour es real.
Ya lo había aprendido, pero en Cannes lo experimenté por primera vez: hay un mundo mejor
solo que es mucho más caro.
Y aprendí que cuando los planetas se alinean, se premian ideas maravillosas que nos hacen
suspirar a todos.
Fui a Cannes por primera vez a los 15 años, en 1998. Mis viejos me dejaban en la playa con mi
hermana y yo no tenía nada que hacer... Por suerte, Hernán Ponce, Damián Kepel y Carlitos
Acosta me invitaban a jugar al fútbol en ese momento. Cannes era eso para mí. Años después,
me tocó ir como delegado, después me tocó ganar mi primer oro y luego, gracias a Caro y
Andrea, pude ir como jurado, fue la manera perfecta de cerrar un ciclo. En Cannes aprendí
que no importa ganar o no ganar, lo único que siempre queda son los amigos y la familia, y
por suerte, esta profesión me dio las dos cosas. Por eso, este año vuelvo a Cannes.
Cannes fue mi Internet.
7 días youtubeando comunicación, pero con pantalla gigante. Algo que mi ojos miopes agradecían.
Ahí me hice un hombre, digamos que refiné.
Empecé con cabeza gacha y terminé con la frente muy alta. Siempre dormí poco pero trabajé mucho.
Nunca caminé tantas veces las mismas seis cuadras. Comparable con el camino de mi colegio a la parada del bondi. La ventaja es que cuando las caminás con algunas copillas encima, no necesitás GPS. Estamos hablando de tiempos analógicos, lógicamente.
Del libraco con todo lo inscripto en el festival a cuestas, 2 kilos con algo de talento y muchísima mierda. La mierda fue el motor que nos hizo creer que no éramos tan malos. Porque esa mierda no era nuestra, la nuestra la dejábamos en casa (eso estuvo bien).
Mucha onda con los españoles, con los holandeses y con los brasileños. Poca con los escandinavos, demasiado rubixs y altxs para mí.
Fue variando el vestuario, siempre para mejor.
Volvíamos mejores, mucho mejores.
Desde la última vez que fui que estoy buscando el Cannes, pero de la vida.
Difícil eh, difícil...
Así que aprovechen chicos, que no es para siempre.
No sé exactamente decir qué aprendí. Pero pienso en Cannes y me vienen recuerdos. Como la
vez que fui invitado al Hotel du Cap-Eden-Roc y, después de no sé cuántas copas, salté al mar
desde una roca que estaba demasiado alta. O cuando gané un león de oro por un corto que
coprotagonicé con uno de mis hijos. O el cóctel que compartí con Lee Clow festejando su león
de Saint-Mark. O los almuerzos en la Île Saint-Honorat. O los partidos mundialistas en cuartos
de hotel llenos de argentinos. O las reuniones con compañeros creativos de las dos networks
por las cuales viajé. O el auto que se me quedó en la autopista viniendo de Niza. O la infinidad
de comidas con amigos y colegas. En Cannes, en Juan-les-Pins, en Saint-Paul-de-Vence... Por
supuesto también recuerdo muchas charlas en el Palais, algunas superinteresantes y otras
completamente prescindibles. En fin, en tantos años, un poco de todo. Pero siempre con
glamour.
Lo que más aprendí es a ver diferentes maneras de pensar y de resolver briefs.
Lo que aprendí a lo largo de estos años en Cannes es a identificar mejor las tendencias, a poder
ver cómo en nuestra industria absorbemos lo que pasa en la calle. Y si algo nos demostró
todos estos años es que las marcas que arriesgan, que apuestan a romper con lo establecido,
suelen ser reconocidas. En el Palais y en la calle.
Ver trabajos excelentes nos inspira, nos motiva a ser nosotros los que lo hagamos en el futuro,
por lo que ir ahí es, además de divertido, una buena oportunidad para incomodarnos y volver
con ganas de hacer laburos que estén buenos. Además, como cualquier competencia creo
que nos eleva, nos hace mejores.
A pesar de las leyendas urbanas, algunas salas de juzgamiento sí tienen ventanas.
Más veces de las que esperaba, un buen argumento logró hacerme cambiar de opinión.
No todos hablamos inglés perfectamente pero al final del día todos nos entendemos a la
perfección.
Pasan tantas cosas todo el tiempo que todavía sigo procesando y revisitando mi experiencia
allá para buscar inspiración.
Y para cerrar, una que por ahí ya sabíamos todos: me encanta hablar de laburo.
Aprendí que se me mezcla todo. Que un león de oro te cambia la vida para siempre y que
tampoco es para tanto. Que hay que entrar a ver de la primera a la última categoría y anotar
en el librito cosas como: increíble, ¡¡¡gran concepto!!!, ¡¡¡bien actuado!!! Pero también ni pisar
el Palais porque estás pasando filminas en hoteles con clientes multinacionales o te fuiste con
amigos a ver el festival de la canción de San Remo o a ver un partido del Mundial en Marsella.
Aprendí a no sentirme George Clooney porque pisara la misma alfombra.
A saber que mi paladar no sabe diferenciar entre un vino de 7600 euros y uno de 50. Aprendí
a ver que este laburo, tras esa máscara de diversión siempre joven, también puede generarle
a la gente sensible un burn out como para desnudarse en una presentación con un cliente y
decir incoherencias.
Y aprendí que el que se ría de eso es un forro.
Aprendí a hablar con la gente que admiro y no siempre seguir admirándola después de hablar
y viceversa.
Aprendí a mirar con romanticismo y virginidad un palmarés y mirar otro con escepticismo
a las 4 de la mañana del día antes de votar en la habitación de un jurado brasileño. Aprendí
a que Cannes está seguramente entre las cinco ciudades donde más tiempo pasé en mi vida,
pero en todas las guías lo recomiendan máximo 24 horas.
Aprendí a no confiar en las guías.
Aprendí a besar. A transformarme en sapo y de nuevo en príncipe, pero de la categoría b 34
inciso 342 vías públicas digitales en cines de barrio.
Aprendí que la sanidad pública francesa puede mandarte una factura de 493 euros por cinco
puntos en la ceja. Y que en la foto de premiación parece más que lo que fue.
Aprendí que la página nunca había estado en blanco, solo había que escribir sobre las ideas
que ya había escrito otro. Especialmente viniendo de un país como la Argentina. Aprendí a
que mientras las multinacionales nos den los bonos atados a los premios va a ser muy difícil
hacer muy buena comunicación real. Y que mientras todas las marcas jueguen a ser ONGs es
difícil que las ONGs puedan cambiar un poco el mundo.
Aprendí que para ser un jurado influyente te sirve más ser un italiano pirata que militó en su
centro de estudiantes que Dan Wieden.
Pero sobre todo aprendí que no importa en qué momento de este texto estés o incluso si estás
en otro párrafo que a mí todavía me falta aprender, no te ahorres un solo paso y vivilo vos, sin
darle pelota a ningún viejo lobo de mar. Que, si nos transformamos en una industria llena de
trainings que hablan con el descreimiento de un director creativo, y directores creativos que
hablan como exdueños de agencia quemados, es por esa puta tendencia a pasar muy rápido
al verbo enseñar y no respetar el proceso maravilloso de aprendizaje del otro. Eso tiene que
cambiar. Me callo y sigo aprendiendo.
En Cannes aprendí un montón. A entender que es muy difícil hacer buen trabajo. A lidiar
con la frustración. Aprendí que ser jurado presencial es una experiencia espectacular,
enriquecedora pero muuuy estresante. Aprendí literal con algunas charlas. Pero sobre todo
que somos afortunados en poder vivirlo. Que podemos pasar una semana en la Costa Azul.
Viendo laburos del carajo, aprendiendo, encontrándonos con amigos y colegas y aprovechando
esa semana de gloria en una carrera que está llena de momentos no gloriosos. Por eso cuando
escucho "ya me aburrí de Cannes" me indigno muchísimo. Agradezcámoslo. Es un privilegio.
El Festival internacional Cannes Lions brinda una plataforma incomparable para que marcas,
agencias y plataformas exhiban su creatividad.
Ser reconocido con un león en Cannes verifica haber alcanzado una ejecución creativa
excepcional con el fin de aumentar la visibilidad y diferenciación de una marca.
Un león de Cannes otorga prestigio y completa la validación de los proyectos de quienes
defendemos el poder de las ideas y la importancia de la creatividad.
Creo que son infinitas las cosas que uno aprende en Cannes.
Pero hay una palabra que se me viene a la cabeza: hambre.
Uno va a Cannes a competir. Ganando, siempre hay otros que ganan más; perdiendo, uno
se vuelve con hambre, pensando en el Cannes que sigue. Cannes inspira, desafía, motiva, da
envidia. Ves ideas que presentaste alguna vez ganar. Ves ideas que parecen imposibles de
hacer, pero alguien las hace. En Cannes uno no solo ve lo mejor que pasó en el último año,
uno puede ver lo que viene.
1- Que un buen laburo te iguala con cualquier buen creativo de cualquier lugar del mundo.
2- Que ganar es muy muy difícil y que casi siempre te va peor de lo que esperabas. Si querés
ganar cinco leones tenés que creer que vas a ganar 10.
3- Que nuestra moneda no es excusa y que todos los años hay ideas simples que ganan y
generan esa sensación de "lo podríamos haber hecho nosotros".
4- Que Cannes es como Instagram. Solo vemos un condensado de lo mejor de cada agencia y
de cada país. No hay que confundirse. Todos tienen su día a día y es despeinados y sin la ropa
de lino, lidiando con un cliente que les rebota el posteo lineal.
5- Que el Monoprix vende Fernet de litro.
Es interesante la pregunta, me agarra en un momento en el cual nos venimos preparando
muchísimo dentro de Mamá Húngara para esta 70° edición del festival de Cannes. Siento que
en las dos ediciones que participé aprendí justamente a marcar el camino de aprendizaje
y madurez con el que quiero desarrollarme profesionalmente en la industria, siempre
apuntando a seguir creciendo, expandiendo y mejorando el universo de la productora,
priorizando la calidad del trabajo, la calidad humana y la innovación en todos los frentes de
Mamá Húngara. Es una fuente de inspiración para ver y participar del más alto estándar de
calidad creativa y de realización, traerse ideas y contactos a casa para desarrollar a lo largo
del año. ¡Y ayuda a setear la vara de dónde queremos estar!
En mi experiencia, el Festival de Cannes constantemente nos vive enseñando algo. Sin
embargo, la forma en que uno procesa toda la información que se presenta en cada nueva
edición depende en gran medida de cada uno. Creo que justamente ahí está la magia del
lugar, al darnos un espacio para que creativos, estrategas y marketers podamos reflexionar
sobre el presente y futuro de la industria. Más allá de las diferentes miradas que puedan
surgir durante la misma semana del año.
Siempre pero siempre hay que darle a Cannes la entidad que se merece.
Es el momento más importante para la industria, sí.
Acelera carreras, sí.
Cierra negocios, sí.
Inspira, sí.
Está bueno ganar, sí.
El 99% del trabajo es mentira y es irrelevante en la vida real, sí.
De Cannes puedo decir que aprendí todo lo que me gusta y todo lo que no me gusta de
trabajar de creativo.
Aprendí sorprendiéndome con un montón de ideas cuando no había internet, muchas
geniales, muy buenas y buenas, que en el único lugar que podía ver era en un VHS de Cannes.
Aprendí que siempre puede haber una idea mejor que tu mejor idea y que sos solo uno más
entre miles que trabajan de lo mismo que vos.
También aprendí que de un león estás muy cerca y muy lejos, que todos dicen que ganar es
fácil pero si fuera así ganarían todos.
Aprendí que si ganás, tenés que festejar y ponerte muy contento porque no sabés si te va a
tocar de vuelta. Y aprendí a no sufrir por no ganar, aunque debo reconocer que me llevó más
tiempo del que me hubiera gustado.
Aprendí que para ganar en Cannes tenés que trabajar para eso, y que muchos son capaces de
cualquier cosa para conseguirlo.
Y que cuando una idea es buena sigue siendo buena aunque no gane un león, y que una mala
sigue siendo mala aunque lo gane.
Sí, también hay ideas malas que ganan leones.
El ser jurado me ayudó a entender que es un espacio multicultural y que las diferentes miradas
van creando el criterio de ese jurado.
Quizás con cambiar un solo jurado podrías tener un resultado completamente diferente.
Aprendés sobre dinámicas de grupo. Una pieza entró raspando al short y terminó siendo un
plata.
Me ayudó a entender que es necesario un espacio donde revisar lo que la industria produce
globalmente. Sucede en la industria automotriz , la moda, el arte, en general las industrias
creativas más importantes lo hacen.
Para mí Cannes termina expresando cómo nos gustaría que fuera la industria. Nos gustaría
que la comunicación de las marcas fuera más honesta, valiente, creativa, responsable,
sustentable, diversa, inclusiva, pero la realidad es que no es así. Lamentablemente no lo es.
Cannes nos deja soñar que podría ser mejor.
Cannes es multifacético y se transforma a medida que tu carrera evoluciona.
En primer lugar, se trata siempre del trabajo. Ver el criterio de un jurado tan amplio es lo
primero que impacta. Te ayuda a poner los pies sobre la tierra y entender hacia dónde va la
profesión.
Tuve todas las experiencias posibles:
Como jurado.
Como participante.
Perdiendo.
Ganando.
En cada uno de los casos te llevás algo. Es valioso.
También se aprende muchísimo a través de la conexión con la industria. Eso se convierte
poco a poco en lo mejor de todo. Hablar con creativos de todo el mundo, ya sean clientes,
agencias, plataformas o productoras. Esa atmósfera creativa es fundamental.
Es un privilegio formar parte del festival. Agradezco cada vez la oportunidad de estar presente
en Cannes.
Participé unas diez veces, fui jurado, conferencista, y también subí a recibir un Grand Prix.
Aprendí que si le iba bien al festival, o si había mejores ideas cada año, eso mejoraba la
industria y el trabajo de todos.
Cuando entendés eso, entendiste todo.
Eso lo aprendí de otros, de los más grandes, ¿en dónde? En las madrugadas del Martínez.
Hay aspectos del cerebro humano que todavía son misteriosos para la ciencia. Algunas
respuestas a ciertos estímulos parecen acercarse más a la magia que a la química. Quizás
"alquimia" sea la palabra que mejor lo defina. Porque lo que ocurre en mi cabeza (y en la
de tantos otros creativos) tras ser sometidos al estímulo de tantos buenos trabajos es que
los jugos de la inspiración se mezclan con una pizca de caballo surfeante, con un manojo de
gorila baterista, con unas gotas de sudor de atleta de Nike y al grito de wassup se vuelven
más activos, más receptivos, más agudos, más productivos.
En Cannes aprendí, más que en otros festivales, que la creatividad crece cuando se comparte.
Lo que aprendimos de Cannes es que las buenas ideas, las grandes ideas, son las que al final
sobresalen y resultan premiadas. Pero más todavía, cuando esas ideas tienen por detrás a
un cliente que no solo apoya desde la palabra, sino que también apuesta. Y por apuesta nos
referimos a los presupuestos asignados para las producciones.