Por Lalo Zanoni Periodista especializado en comunicación digital y nuevos negocios.
Los que saben de los fenómenos climatológicos aseguran que antes de los tsunamis hay
señales de la naturaleza que pueden servir de advertencia. El mar se retira, ruidos como
rugidos que vienen desde adentro del mar y hay cambios en los comportamientos de los
animales, que intuyen lo que se viene.
En el 94 todavía no teníamos internet, pero ya se olía ese aroma a que algo grande y distinto
estaba por venir, como cuando uno huele la lluvia antes de que caigan las primeras gotas.
El horizonte estaba cambiando. Ya existían las computadoras, las hoy viejas PC color beige,
con esos grandes monitores, ya había muchas repartidas en oficinas y en casas particulares,
ya empezábamos a aprender a manejarlas, ya jugábamos a juegos como el Duke Nukem,
ya explorábamos el Windows 3.1, los Words, los Excels, los CD ROMs con las enciclopedias
Encarta. Ya estaba pasando algo. Algo diferente de lo que venía pasando hasta unos años
antes en relación a nuestro vínculo precario y a los ponchazos con la tecnología hogareña. Ya
se venía el tsunami y algunos empezamos a escuchar la palabra internet.
* * *
Un año después, en 1995, ya teníamos una precaria internet. Primero nos conectamos por
dial up, con el teléfono y un módem. Lo primero que hice cuando me conecté en la sala de
computadoras de la Universidad de Belgrano, que ostentaba banda ancha y en ese momento
era un lujo como me imagino habrá sido para mi abuela vivir al lado de la casa de Celia, la
única vecina del barrio que tenía un teléfono de línea. Usando el Netscape como explorador,
puse en el buscador Altavista fotos de Maradona, así sin comillas, sin nada. Me aparecieron
un par en bajísima resolución, una del Napoli y otra entrenando en Boca, donde Diego jugaba
en ese momento. Todavía tengo esas fotos en jpg, que aquella tarde, maravillado, guardé en
un diskette de 3 ½. Me sentí como Aureliano Buendía cuando aquella tarde remota su padre
lo llevó a conocer el hielo.
Cuando mi sobrino Juan Bautista tenía 10 o 12 años (ahora anda cerca de los 30), me preguntó
para qué tenía tantos CDs apilados en unos estantes. Le expliqué que cuando yo era chico no
había internet y escuchábamos la música con esos CDs. Me miró serio y me dijo asombrado:
"¿Qué? ¿No había internet?". Habrá sentido la misma perplejidad que sentí yo cuando mi
abuelo me contaba que de chico no tenía luz, agua potable o televisión. Pero este texto no se
trata de mis recuerdos. Lo cuento para que si un lector joven se cae en esta columna, entienda
lo que fue internet para mí, para nosotros y para el mundo entero. Una revolución total.
* * *
Las efemérides van a recordar el 94 por el Mundial de Estados Unidos donde lo suspendieron
por doping al Diego ("me cortaron las piernas"), por la bomba a la AMIA, la reforma de la
Constitución (el pacto de Olivos entre Alfonsín y Menem), el fin de la conscripción (colimba)
militar obligatoria por el Caso Carrasco, un joven soldado asesinado a golpes por sus
superiores. Creció la desocupación para sostener el exitoso 1 a 1 de Cavallo y Menem.
Pero también hubo espacio para noticias más blandas, como el éxito de Diego Torres "Tratar
de estar mejor". Nicole Neumann, con 14 años, además de modelo "lolita", se lanzó como
cantante. No duró mucho. Y llegó Kiss por primera vez a la Argentina.
Con el asesinato del "rey de la noche" Poli Armentano, arrancó el caso Coppola. Murió Ayrton
Senna. Vélez, de la mano de Carlos Bianchi, salió campeón de América y del mundo. En la
TV, el programa de Susana pasó a la noche y marcó 39 puntos de rating. Catriel (Osvaldo
Laport) y Grecia Colmenares rompieron todo con la novela Más allá del horizonte. Neustadt
con Tiempo Nuevo, Tinelli con VideoMatch, Grande Pa con Arturo Puig, Jugate conmigo con
Cris Morena, 360 con Julián Weich. La Tele no solo todavía existía sino que además era un
gran negocio. Explotó la TV por cable y a Cablevisión se le sumó Multicanal y fue un boom.
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Entre todos los múltiples cambios que generó internet desde su aparición, quisiera analizar
su impacto sobre los medios de comunicación y el periodismo. Sin dudas, una de las industrias
que más sufrió las consecuencias del tsunami digital.
En poco más de dos décadas, el periodismo tradicional y los medios de comunicación tuvieron
que enfrentar por lo menos tres grandes transformaciones: la irrupción de internet, el auge
de los blogs y las redes sociales, y ahora la revolución que supone la inteligencia artificial
generativa, con ChatGPT a la cabeza. Son demasiados golpes para una sola industria.
La llegada de internet cambió rápidamente las reglas del juego en los medios de comunicación,
forzando a diarios y revistas a crear sus versiones digitales. Surgieron los "portales online"
de noticias, ofreciendo todo su contenido en forma gratuita para seducir usuarios y captar
visitas, pero sin una estrategia comercial clara ni un modelo de negocio definido, más allá de
la venta de publicidad mediante banners.
Rápidamente, primero Google y luego Facebook, tomaron el control casi absoluto de toda la
inversión publicitaria online, ofreciendo a los anunciantes herramientas más eficaces para
llegar directamente a los potenciales compradores interesados en sus productos y servicios.
Los medios, al no ser empresas tecnológicas nativas, no pudieron adaptarse con la velocidad
suficiente a esta nueva realidad y perdieron su dominio en el terreno publicitario. El primer
golpe pegó directo en la caja de las empresas, lo que las obligó a achicarse y empezar a
desprenderse del activo más importante que tiene un medio de comunicación: sus periodistas.
Muy poco tiempo después irrumpieron los blogs y las redes sociales como MySpace, YouTube,
Facebook y Twitter, permitiendo que miles de personas (no periodistas profesionales)
tuvieran su propia voz a un costo muy bajo, sin depender de un medio tradicional para ser
leídas, vistas o escuchadas. Esto les permitió formar sus propias comunidades de usuarios. Al
mismo tiempo, el consumidor dejó de ser pasivo y se transformó en productor de información,
publicando un blog, un video en YouTube o un tuit. Así nació la figura mixta del "pro-sumer",
donde cualquier persona con acceso a internet o un smartphone (iPhone, 2008) puede no
solo consumir noticias sino que, al mismo tiempo, producir contenidos en formato de texto,
fotos o videos, llegando incluso a convertirse en una voz influyente en distintos temas como
política, deportes, tecnología o espectáculos.
Surge así el concepto de "periodismo ciudadano" (We the Media, Dan Gillmor, 2004), que
no solo le quita audiencia a los medios tradicionales, sino tres cosas mucho más valiosas:
credibilidad, influencia y poder. Los medios de comunicación, como intermediarios entre
los protagonistas y el público, empezaron a perder sentido. En 2012, Manu Ginóbili usó su
cuenta de Twitter para anunciar la renovación de su contrato con los Spurs. Poco tiempo
atrás, hubiera tenido que dar una conferencia de prensa, ofrecer una entrevista a un medio
especializado en básquet o aparecer en un programa de TV para que la noticia llegara al
público. Pero con el auge de las redes sociales, de repente, el famoso, el político, el músico
o el deportista ya no necesitaban al periodista ni a los medios tradicionales para comunicar
sus anuncios.
Y finalmente, el periodismo, ya sacudido en múltiples frentes, ahora enfrenta una nueva
amenaza: la IA generativa, que es capaz de crear contenidos de alta calidad con una mínima
intervención humana. Esta tecnología plantea un desafío todavía mayor que los anteriores,
al poner en jaque el rol tradicional del periodista y acelerar la transformación del ecosistema
informativo.
* * *
Hace unos diez años, el fundador y CEO de Netflix, Reed Hastings, dijo que el objetivo de la
empresa era "convertirse en HBO antes de que HBO se convirtiera en nosotros". Hastings
comprendía que compañías como HBO, Disney, Apple, Amazon, Paramount y YouTube, entre
otras, estaban listas y dispuestas para transformarse en plataformas online de películas y
series, tal como lo había hecho Netflix. Y lo lograron. Hastings tuvo razón y hoy todas esas
plataformas compiten entre sí en el mismo sector.
Creo que una de las posibles salidas para que el periodismo supere su enorme crisis puede ser
la de seguir el mismo camino que ya exploró Netflix. Es decir, que el periodismo se convierta
en ChatGPT antes de que ChatGPT se convierta en el periodismo. ¿Cómo hacerlo? Ese es su
mayor desafío, quizá el más grande de su historia.