artes visuales

36a Bienal de São Paulo
"La humanidad cómo práctica"


Por María Paula Zacharías


36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

La 36a Bienal de São Paulo es el encuentro de arte más importante de América latina, y el segundo del mundo después del de Venecia. Es único para estas latitudes, pero la edición actual pone la mirada en otra parte: No todo viajero recorre caminos. De la humanidad como práctica, dice el lema. Algunas decisiones llevaron a que esta sea la más lejana de las ediciones, en una aspiración universal donde se borra el territorio en donde transcurre. Esta bienal podría estar en Berlín o en Sudáfrica, y tendría el mismo recorrido. Un clamor por escuchar voces del sur global, y la mirada puesta en esa parte del mundo, que parece quedar lejos de Brasil, donde las urgencias del presente se gritan a viva voz. Sigue una tendencia en el arte global actual de descolonizar el canon del arte, como se vio en la última edición de la Bienal de Venecia (Extranjeros en todas partes, curada por el brasilero Adriano Pedrosa). En esa línea, pone en escena a artistas que han sido marginados por la elite, y da visibilidad a minorías tanto étnicas como de género. El objetivo es noble: lograr a través del arte el desmantelamiento de las asimetrías en el mundo.
Las obras felices se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su modo, parafraseando la famosa frase de León Tolstói. Las problemáticas que urgen en las obras elegidas, las miserias que señalan e intentan así cambiar, se expresan en lenguas de migrantes y desplazados de África, Oceanía, el Caribe y Asia, y a veces olvidan a la fabulosa Amazonía. El frondoso jardín recreado dentro del espacio por la artista y poeta estadounidense de origen nigeriano Precious Okoyomon resulta un poco redundante, cuando todo en Brasil es una gran floresta y el verde es omnipresente e imparable. Por las veredas, los crotones de moda crecen como pasto en tamaños envidiables.
36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

La bienal, además, transcurre en portugués o en inglés, como si el idioma más hablado en el continente latinoamericano no contara. Tampoco hay equidad de artistas locales. Apenas una pincelada entre artistas anónimos, porque no se consignan los nombres de los participantes. Las cartelas serían una manera amable de presentarlos, hacer más significativa su obra al comprender desde dónde fue creada, en qué contexto y por qué persona, con su historia de vida a cuestas. Pero entre aquellas decisiones está que la bienal se recorra a ciegas, y que el vínculo del espectador sea directamente con la obra, sin el menor rastro de su creador. Otra vez, la aspiración al mensaje universal del arte, y la fe en su efecto benéfico de cambiar un poco al mundo.
Pero el público global que los curadores imaginan (quizás un diálogo con su propia tribu nómade del arte contemporáneo internacional) es muy menor a los contingentes de visitantes locales que llegarán al Pavilhão Ciccillo Matarazzo, del Parque Ibirapuera, especialmente las escuelas y los turistas, para los que la exposición se extendió hasta el 11 de enero de 2026, para abarcar parte de las vacaciones. La entrada es gratis.
¿A quién le habla esta bienal? Quizás la primera decisión que selló el destino de esta edición es la elección del curador, el camerunés radicado en Berlín, Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, un prestigioso teórico que desarrolló su carrera en Alemania, se especializó en performances e instalaciones, artes sonoras y teoría crítica, y también tiene formación en biotecnología. Activo desde 1997, fundó en Berlín, SAVVY Contemporary y fue curador de la Documenta 14 (Kassel, Alemania/ Atenas, Grecia) y del pabellón de Finlandia en la Bienal de Venecia en 2019, entre otros eventos globales.
36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

Durante un año y medio mantuvo reuniones semanales con un equipo multicultural, donde no se hablaba casi portugués ni español. Su equipo está formado por Alya Sebti (directora de la galería de IFA Berlín), la escritora y curadora suiza Anna Roberta Goetz, Thiago de Paula Souza (actual curador en el 38a Panorama de Arte Brasileño en el MAM São Paulo), Keyna Eleison (exdirectora artística del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro) y la consultora de comunicación y estrategia Henriette Gallus, subdirectora de la Casa de la Cultura en Berlín. Juntos trazaron una lírica del amor, la belleza y la poesía, que dio ese aire universal y utópico. Hay un nexo muy fuerte con la poesía, con la que el curador y sus colegas seleccionaron a los 120 artistas que ensayan preguntas y respuestas en mil obras. Todo se desprende de un poema de la poeta afrobrasileña Conceição Evaristo, "Da calma e do silencio": "No todos los viajeros recorren caminos, existen mundos sumergidos que solo el silencio de la poesía penetra".
En la conferencia de prensa inaugural, los curadores remitieron esta coreografía de obras a la idea del estuario: algo tan poderoso como la desembocadura de un río caudaloso en el mar y ese torbellino de encuentros de aguas saladas y dulces. Otra metáfora que los guio fue buscar artistas a vuelo de pájaro: desdeñando de naciones y continentes, se dividieron el mundo según el camino de distintas aves migratorias. Buscaron artistas siguiendo los viajes del gavilán colirrojo en América, el de la reinita entre Asia Central y el norte de África, o los largos viajes polares del charrán ártico. Lamentablemente, ninguno de esos pájaros sobrevoló la Argentina.
36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

Toda crítica se depone cuando Bonaventure lee el poema "La casa de huéspedes" del poeta y místico persa Rumi (siglo XIII), que explica un poco más esa idea del lema de la bienal. "La humanidad como práctica se entiende como un ejercicio activo de compasión, escucha y cuidado. Reconocer que aun en medio de la destrucción hay lugar para la bondad. Ser humano no es ser pasivo, sino levantarse cada mañana y preguntarse cómo contribuir con nuestra propia humanidad y con la de los demás. Y, sobre todo, recordar que ser humano es practicar el amor, porque el amor siempre vence". Estamos todos en ese barco.
"Nunca habíamos tenido tanta violencia en todo el planeta como en los últimos setenta años. Era una necesidad repensar qué significa la humanidad, porque ser humano no eres solo, eres con otros", cuenta Anna Roberta Goetz, del equipo curatorial. "En todas las cosas hay una belleza. La belleza no solo es algo estético; también habla del cariño. Para nosotros era importante hacer una bienal que no solo fuera de arte visual, e invitar a artistas con diferentes maneras de expresarse. Por ejemplo, una artista que trabaja con la palabra, pero también es pintora y hace esculturas. Nos interesaron esas prácticas diversas sin una jerarquía. También nos interesan las relaciones entre artistas, sus amistades", cuenta. Otras barreras para derribar en este mundo líquido: las bienales de artes visuales ya no deben ser visuales, necesariamente.
Benaventure decía que era una muestra para oler, para tocar, para sentir. Lo que más abunda son las instalaciones transitables, inmersivas. Las experiencias que absorben al espectador y lo vuelven parte de la obra. El arte textil es un gran protagonista, que viste los enormes pasillos de la muestra. El espacio expositivo está delimitado con telones de colores, que se confunden a veces con la sutileza de algunas obras. Es una opción superadora de los antiguos paneles, ya que el edificio vidriado y casi sin paredes es un verdadero desafío. Es en sí mismo una obra de arte, con su laberinto de rampas y balcones que llevan el sello del gran arquitecto Oscar Niemeyer.
36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

"Respecto de las cartelas, nosotros queremos que las personas que vienen a ver la exposición se sumerjan en la obra. Porque las obras que vemos aquí no son obras o proyectos que quieren darnos informaciones sobre cosas, no es aprender en ese sentido, que es la clásica idea de la escuela. La idea es una exploración, y ver cómo entienden las preguntas que los artistas propusieron", defiende Goetz. Conocer a través de la experiencia del cuerpo sumergido en obras instalativas. Conocimiento físico, sensorial.
La exposición se estructura en seis capítulos. El Capítulo 1, Frecuencias de aterrizajes y pertenencias, pone los pies en la Tierra. Del polvo vienes y en polvo te convertirás. Contra el extractivismo y las crisis ambientales, obras en relación con la tierra, con las comunidades y el pulso sutil de la existencia, realizadas con piedras, raíces y pigmentos naturales (acá se inscribe el jardín aquel). La idea de pertenencia surge como una práctica activa de escucha y reconocimiento mutuo, que involucra no solo a otros humanos, sino también a ríos, plantas y animales. Algo así se pone en escena en la instalación de un árbol textil y la joyería de la bahiana Nadia Taquary. Icónica, bellísima. También en este núcleo está la obra participativa del artista Oscar Murillo, colombiano de origen pero criado en Londres, gran figura del arte internacional. Dos dibujos colectivos que irán creciendo con los meses con el aporte de los visitantes del parque. "Es un mapeo social", señala el artista. Otra imprescindible, el muro de parlantes de Gê Viana, que investiga las vibraciones que sustentan a las comunidades negras e indígenas, donde la música es una inscripción histórica cargada de insubordinación.

El Capítulo 2, Gramáticas de la insurgencia, se centra en obras que abordan diferentes formas de resistencia a la deshumanización. Los artistas exploran archivos coloniales, rescatan narrativas borradas y proponen nuevos lenguajes de lucha. Hay videos e instalaciones que abordan el impacto del extractivismo, esculturas que reconstruyen historias silenciadas y obras sonoras que dan voz a canciones de resistencia. Aquí la obra imperdible es la de Song Dong, artista chino, Borrow Light (2025): una caja de espejos donde se encienden cientos de lámparas. Con la luz, el reflejo y la ilusión, crea en un universo infinito, envuelto en una luz plateada brillante.
36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

El Capítulo 3, Sobre ritmos y narrativas espaciales, investiga las huellas del desplazamiento, la migración y la transformación urbana. Mapas, fotografías y películas registran desde las rutas de migración forzada hasta los sutiles cambios en la arquitectura urbana. Esculturas e instalaciones reconfiguran pasajes, mientras que obras de luz y sonido recrean las atmósferas de lugares en constante cambio. Abundan los portales a mundos sumergidos, como el de Moffat Takadiwa, donde se puede transitar dentro de un túnel de deshechos de plástico, desde tapas de botellas a cepillos de dientes. Así teje vínculos estrechos entre la crítica al consumismo y la desigualdad, mediante la recolección y organización de residuos posindustriales y las tradiciones culturales africanas, en particular las de Zimbabue, su país de origen. De Brasil, se destaca la obra de Marlene Almeida, que pone en foco los ciclos de la naturaleza y las huellas del tiempo. Terra viva (2025) acumula muestras de suelos brasileños, resinas vegetales, minerales, equipos de laboratorio y cuadernos de estudio de campo, en su faceta científica. Después, la artista pinta muestras en témpera mate, aplicadas sobre tiras de algodón crudo que cuelgan del techo.

El Capítulo 4, Flujos de cuidado y cosmologías plurales, presenta posibilidades, filosofías y prácticas de cuidado generosas, recíprocas y no explotadoras. Es decir, matriarcales. Las instalaciones combinan elementos como hierbas, agua y objetos rituales; las performances y los encuentros colectivos abordan prácticas de sanación y mitologías indígenas, africanas y asiáticas, destacando la interdependencia entre ecosistemas y culturas. La artista belga Laure Prouvost instala una de las obras más fotografiadas: una flor de tela que respira colgada del techo, y atraviesa todos los niveles del pabellón. Se complementa con material orgánico, como plantas y semillas secas encontradas, que caen sobre los visitantes para ser luego transportadas y esparcidas por el mundo.

En el Capítulo 5, Cadencias de transformación, hay obras cinéticas, obras en constante cambio y obras que reinterpretan las tradiciones culturales. Algunas piezas cambian de forma o contenido a lo largo de los cuatro meses de exposición, invitando al público a seguir procesos vivos. La mexicana Berenice Olmedo crea en esta sección tres esculturas inquietantes, que respiran con pulmones y corazones artificiales, a partir de su trabajo en una clínica de rehabilitación para niños con problemas neuromotores. "Ser humano es un entrenamiento constante y se ejercita. No viene de nacimiento, tiene que ser aprendida y entrenada. Debemos proveerle cuidados. Y la tecnología es una forma de asistencia. Pensarnos como vivientes, medioambientales", comenta la artista.

El Capítulo 6, La intratable belleza del mundo, concluye el recorrido celebrando la belleza como un acto de resistencia. Pinturas realizadas con pigmentos terrosos, fotografías de paisajes fragmentados y esculturas hechas con materiales reciclados demuestran que la belleza también reside en lo inacabado, en lo que resiste y sobrevive. Acá hay hermosura, por ejemplo, en las pinturas de María Auxiliadora, que tienen naturaleza, humanidad, amor, belleza, alegría y también, el alma de Brasil.
36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

36a Bienal de São Paulo - La humanidad cómo práctica

Anuncian en la edición #163