entrevista

Lucía Fainboim
"Tenemos que empezar a reivindicar el tiempo de ocio"


Por Marta González Muguruza

Lucía Fainboim, especialista en bienestar digital, reflexiona sobre cómo la hiperconexión y la falta de límites entre trabajo y ocio nos dejan agotados. Advierte sobre el impacto en la salud mental y en la infancia, y propone recuperar el juego, el descanso y pequeños hábitos que devuelvan equilibrio a nuestra relación con las pantallas.

Con cualquier persona que hablamos, la síntesis es que "está quemado/a". Pareciera que estamos en diciembre desde febrero. Las pantallas tienen un papel importante en esta sensación generalizada y por eso quería recurrir a una experta en bienestar digital. Me encantaría que arranques con tu radiografía de cómo estamos. ¿Dónde estamos parados?
Yo vengo trabajando mucho en intentar entender la época y qué invitación nos está haciendo actualmente; una época que es muy distinta de las anteriores en vínculo y utilización de las pantallas pero esto no quiere decir que sea por las pantallas.
Me refiero a que hay invitaciones muy concretas a cómo vivir el presente y que uno a veces tiene la ilusión de que si apaga las pantallas esas invitaciones van a desaparecer, cuando en realidad lamentablemente no es así. Estas propuestas de una sociedad que se vienen gestando tienen algunos unos puntos que vengo machacando mucho, que tienen que ver con la productividad y el rendimiento. En este avasallamiento sobre el tiempo de ocio en lógicas de productividad y rendimiento tiene mucho que ver después con el cansancio, el agotamiento, porque no estamos teniendo momentos de disfrute y de experiencias que puedan ir por fuera de estas lógicas de productividad.

Entonces le estamos exigiendo un montón a nuestro cerebro. Pasamos de productividad y rendimiento a consumo, y nunca hay un momento realmente de introspección, de relajación.


Casi que estamos en modo always on...
Uno termina la jornada laboral, y a veces no tenemos en claro cuándo termina, y siempre hay algo más para hacer. Y esos mails, esa propuesta, ese posteo, ese reel. O consumo, que termina siendo un descanso entre comillas porque estoy escroleando al mismo tiempo y me estoy sobre estimulando. Entonces le estamos exigiendo un montón a nuestro cerebro. Pasamos de productividad y rendimiento a consumo, y nunca hay un momento realmente de introspección, de relajación.
Creo que estamos re cansados por eso y también porque se corrió un poco esa figura externa que nos obligaba a producir. Un jefe por fuera que nos decía "llegaste tarde", "llegaste temprano". Ahora tenemos este invento de ser nuestros propios jefes donde nunca, nunca, terminás, entonces estás agotado; siempre podés hacer algo más. Es como una autoexplotación tremenda que te exprime y por eso estamos agotados.
Otra cuestión de la época es la disponibilidad constante, muy en vínculo con la anterior, ¿no? Esta cosa que en pospandemia se multiplicó y nos está dejando fritos. Hacemos más home office, ahora hacemos formatos híbridos, y nos empezamos a comunicar mucho más por WhatsApp que por mail.

Se perdió el límite. A mí me llegan mensajitos a las siete de la mañana y digo: "No lo voy a escuchar hasta las 9", pero esas dos horas estoy como, ¿qué hago?, ¿lo escucho o no lo escucho? Y no importa lo que decida, es una carga en la cabeza.
No hay límite, no hay borde, no es: "Me fui de la oficina, esto lo sigo el lunes". Eso es como que no existe más. En algunos casos solamente hay gente que mantiene puestos de trabajo más tradicionales pero que cada vez son los menos y el cuentapropismo, el emprendedurismo, el multiempleo, hace que no esté claro el inicio y el fin de la actividad laboral.
Hoy, una plataforma que me gustaría eliminar de la faz de la Tierra es WhatsApp. Yo siempre les pregunto a los chicos en los talleres de dependencia digital, porque están re preocupados ellos también por sus usos digitales: "¿Qué aplicación elegirían para eliminar si tuviéramos que apostar al bienestar?". Ellos eligen TikTok. Pero los adultos eligen WhatsApp, entonces ¡volvamos al mail! ¡Por favor! Porque la verdad que eso de "ay, perdón, la hora, así no me olvido"... Ponelo en un post it, ¿no? ¿Por qué me quemás la cabeza a mí, me llamás y sabés que es sábado, domingo, nueve de la noche? "No me quiero olvidar, disculpame la hora". No, no, no. No te disculpo la hora, mandame un mail, programalo para el lunes. Porque sí, yo intento y no te respondo, pero ya me entró. Yo estoy por ahí con mi hija jugando y ya entre el chip laboral y me quedo pensando. Entonces creo que la disponibilidad constante es un tema. El no límite entre el tiempo de ocio y el tiempo laboral, la hiperproductividad. Eso nos cansa mucho y aparte como estamos consumiendo un montón de contenido muy cortito e hiperestimulante constantemente, también eso hace que el cerebro se agote. Eso es un gasto enorme. Todo el tiempo estamos procesando información, y de pronto son las siete de la tarde y querés que nadie más te hable.

Hoy lo máximo que podemos hacer es tener información sobre cómo funcionan estas plataformas, cómo nos estimulan, cómo nos necesitan; frenar un poco la pelota y tener momentos de reflexión como este, si son colectivos mejor, y tomar algunas decisiones que no van a cambiar el mundo, pero que intenten que ese vínculo sea un poquito más saludable.


Pero ¿cómo llegamos o qué significa el bienestar digital en un mundo donde las pantallas son inevitables? ¿Cómo generamos momentos de reflexión sobre esto que está pasando?
Significa que no nos podemos ir de la época. Se trata de ver cómo generamos momentos de reflexión sobre esto que está pasando y qué hago yo con esto, ¿no? Porque, sí, yo me puedo proponer no usar más el celular, desaparecer de redes sociales, pero al menos por mi forma de trabajar no voy a poder sostenerlo. Entonces, ¿qué hago? Creo que lo primero es tener información, generar momentos de preguntarse colectivamente; volver a estos debates de ¿qué hacemos con esto?, ¿a qué acuerdos podemos llegar?, ¿qué movimientos de resistencia podemos sostener?
La discusión se sigue dando, pero que está un poquito más saldada en algunos casos, con la alimentación saludable. Tenemos un mundo lleno de ultraprocesados, comemos mal y cuando uno incorpora información después cada uno hace lo que puede. Hay gente que tiene la posibilidad de ir a fondo y comer megasaludable, y hay otros dicen: "Bueno, al menos reduje esta cosita", ¿no?
Entonces, creo que es un poco eso, hoy lo máximo que podemos hacer es tener información sobre cómo funcionan estas plataformas, cómo nos estimulan, cómo nos necesitan, frenar un poco la pelota y tener momentos de reflexión como este, si son colectivos mejor, y tomar algunas decisiones que no van a cambiar el mundo, pero que intenten que ese vínculo sea un poquito más saludable, ¿no?

Me parece muy preocupante porque hay un nivel de desconexión, de soledad en los chicos muy grande, y muy poco tiempo compartido de calidad.


Bueno, me gusta que tenés como un mensaje esperanzador. Mucho del trabajo que hacen ustedes tiene que ver con niñez, con adolescencia; mucho trabajo en escuelas, con familias. ¿Qué están escuchando?
De todo. Nosotros trabajamos con chicos desde tercer grado y docentes y familias desde maternal. Y hay dos cosas que empezamos a preguntar sistemáticamente a los chicos desde tercer grado y hasta el fin de la secundaria, y que me provocan bastante sorpresa y en algunos casos preocupación.
Una es la mirada que tienen los chicos respecto al mundo adulto y las pantallas, que es terrorífica. Somos un pésimo ejemplo y lo tienen clarísimo. Le preguntás: "¿Qué opinás de cómo los adultos de tu familia usan las pantallas?". "Ustedes están tan todo el día con el celular, no logran escuchar lo que les digo, tengo que zamarrearlos para que dejen de usar WhatsApp o Instagram". Cuando van creciendo es interesante verlo porque, en tercero, cuarto o quinto grado, todavía lo que mamá y papá dicen es palabra santa. Entonces me dicen: "No, ellos usan mucho eso pero porque trabajan un montón". Y cuando van creciendo, ya entran en la pubertad y se les corre como ese velo, la cosa cambia: "Me dice que están trabajando. Pero yo miro y están en Instagram, están en TikTok, están boludeando". "No me miran, tengo que decirle, ¿escuchaste lo que te dije?, Y no me escuchan". Entonces eso me parece muy preocupante porque hay un nivel de desconexión, de soledad en los chicos muy grande, muy poco tiempo compartido de calidad. Y lo otro que también me viene interesando es que les preguntamos a ellos mismos sobre sus consumos digitales y hay un quiebre en el último año: a ellos les preocupan también sus usos digitales. No es que es una conversación adulta. Un chico de primer año me decía: "Yo me desinstalé TikTok porque me di cuenta de que me hacía mal". Ya llegan a ese nivel a los 12 años. Están preocupados, están tomando medidas, ojalá que a ellos les vaya mejor que a nosotros, ¿no?

La referencia que tienen con el mundo adulto, la importancia que también le dan a la autoridad o en el sentido de conocimiento se traduce en: "Yo prefiero preguntar algo en el chat o en TikTok antes que me lo diga una persona más grande". O sea, hay algo que se está moviendo, ¿no? Buscan una horizontalidad.


En esa misma línea, también escucho cosas sobre los usos que se le está dando a ChatGPT. Y uno muy importante es el de terapia. Buscando un vínculo con la IA. Me parece tan lógico como tremendo.
Es tremendo. Eso también lo vengo escuchando. Hay un tema muy preocupante a nivel global que es la salud mental adolescente. Las cifras son muy preocupantes, índices de depresión, ansiedad, autolesiones, ideación suicida muy altos..., van creciendo año a año y es multicausal obviamente. Desde la pandemia hasta la hiperconexión, ¿no? Mucho individualismo. Es una conversación muy larga, el futuro al adolescente no se le presenta muy prometedor. Todos venimos hablando de que el futuro va a ser terrible y para ellos es: "Bueno, che, esa es mi vida. Hacia dónde voy". Y eso empieza a pesar también.
La referencia que tienen con el mundo adulto, la importancia que también le dan a la autoridad o en el sentido de conocimiento. Se traduce en: "Yo prefiero preguntar algo en el chat o en TikTok antes que me lo diga una persona más grande". O sea, hay algo que se está moviendo, ¿no? Buscan una horizontalidad.
También hay una cuestión económica, está muy cara la consulta de salud mental, es muy restrictiva. Además, está esa cosa de la comodidad, de estar en casa en soledad, de que nadie vea.

Y de autogestionarlo tal vez, ¿no?
Y de autogestionarlo, claro. Está también esa cosa muy ansiosa de que quieren un diagnóstico ya; como que necesitan resolver rápido, etiquetar rápido, chequear. Tengo TDA porque tengo esto, esto, esto y esto, lo cual es megapeligroso, obvio. Porque el chat no es una persona.

No es neutral siquiera. Solo quiere que te quedes ahí. No hay fricción.
No hay vínculo, no hay tensión, no hay incomodidad, no hay cuerpo, no hay inconsciente, no hay nada. Aparte el chat es muy condescendiente, lo cual también está afectando la subjetividad de los pibes.
Después cuando pasan al mundo real, entran en una crisis de ansiedad cuando su profesor de la facultad les habla un poquito cortado. Porque vienen acostumbrados a ese nivel de condescendencia.

Y el 24/7 a disposición. Siempre tiene un buen día el chat, a diferencia de todos nosotros.
Claro, no tiene inconvenientes emocionales. Pero aparte no se pone en juego nada de lo que tiene que pasar también en una terapia, la incomodidad, el cuerpo, el inconsciente, el dedo en la llaga, la transición; un montón de cosas que obviamente no suceden, pero existe esta antropomorfización de la inteligencia artificial, donde uno dice: "Le pregunté", "me respondió", ¿viste? "Está pensando", ¡no está pensando! No es una persona, ¡es un cúmulo de información! Pero bueno, incluso a nosotros se nos olvida, a veces. Lo on demand, lo hipersegmentado, que no haya rispidez, incomodidades, es también muy de la época...

Creo que no tenemos que entregar tan rápido nuestra capacidad cognitiva. Hay una batalla que hay que dar ahí, porque estamos entregando todo muy pronto.


Decimos que estamos dentro de la economía de la atención, pero estamos más dentro del colapso de la atención. ¿Cómo nos concentramos?¿Qué podemos hacer?
Yo vengo insistiéndole mucho a los chicos con empezar a entrenar el cerebro. Digo desde lo individual, uno después quiere que cambie el mundo, hay reclamos para hacer a las plataformas, pero en la diaria creo que no tenemos que entregar tan rápido nuestra capacidad cognitiva. Hay una batalla que hay que dar ahí, porque estamos entregando todo muy pronto. No puedo leer más de tres hojas. Uh, bueno, no, veo una peli y miro el celu. No, pará, cuestionémoslo, intentemos que eso no suceda porque estamos desprendiéndonos muy fácil de la capacidad de concentración, cognitiva, ¿no?
Y también hay muchas preocupaciones que se empiezan a abrir respecto del daño cognitivo por el brain rot o la podredumbre cerebral. Hay varias investigaciones que hablan de demencia senil prematura por todo lo que le estamos exigiendo, todo el tiempo, al cerebro.
Entonces, creo que hay que empezar a tomar conciencia de cómo hacer un equilibrio. Si estuve dos horas en TikTok, bueno, después, hago un desafío, hago un crucigrama, casi como volviendo a las bases. Leo un libro y aunque me esté dispersando, hago fuerza por seguir. Voy a ver una peli y no miro el celular. Es intentar entrenar un poco al cerebro en la concentración profunda. Por ejemplo, de tal a tal hora es mi hora de desconexión; y voy a comprar al mercadito y dejo el celular, o la última hora antes de dormir que sea sin pantallas. Pequeñas cositas que para el que está más quemado, es como si fuera un régimen.

Qué difícil no caer en prohibiciones, ¿no? O en moralina.
Sí, o en miradas binarias. Yo igual reivindico algunas prohibiciones. Creo que con los chicos nos comimos unos años de mucha naturalización que la estamos pagando un poquito caro. Y creo que ocupar el rol adulto tiene que ver con poner borde, con poner límite: "Esto se puede, esto no se puede", así como no lo dejo manejar en la autopista o tomar alcohol a mi hijo de cinco años, bueno, no lo dejo tener un celular.
A uno obviamente le hace ruido decir "prohíbo", pero me parece que tiene que ver con eso, con poner un borde, con generar consensos de qué es lo que se puede y lo que no se puede de acuerdo con la edad, con sus necesidades; porque también lo que a nosotros nos preocupa mucho es esta idea del costo de oportunidad, ¿no?
Lo que no estamos y no están haciendo los chicos por estar tanto tiempo con pantallas, eso después genera mucho daño. Entonces sí creo que debe ser tratado como un consumo que nos resulta problemático o incómodo. Obviamente que la prohibición no tiene que ver con fingir demencia. No es: no lo usamos, no existe. Es dar una discusión pero con algunas regulaciones, o sea, hablemos de redes sociales, hablemos de celular, hablemos de plataformas, aunque no las estemos usando, aunque no te permita todavía usarlas, que esté en el centro de la escena, aunque sea simbólica y conceptualmente.

¿Y eso desde dónde se empuja?
Creo que es intersectorial. O sea, es un tema muy complejo para que vaya a un solo actor social. Hay una cadena de responsabilidades, que obviamente empieza por las plataformas, sigue por el Estado que tiene que regular, las instituciones educativas, la familia; es decir, los tomadores de decisiones en general, es con todos. Me parece que hasta ahora el actor social que más lo viene trabajando es la escuela. La escuela termina batallando contra la familia, contra el Estado, contra las plataformas... y queda medio sola.

Bueno, porque de golpe se encuentra justamente muy en choque con esa situación de deber enseñar y tener un enemigo de distracción en cada en cada bolsillo...
Sí, y también creo que la escuela no tiene la incomodidad que tienen las familias, eso de sincerarse, de lo cómodo que son las pantallas. Porque a la familia le quedan cómodas las pantallas. O sea, yo estoy en esta lógica de seguir laburando, y cuando llego a casa y quiero seguir laburando, yo sé que me resulta tentador darle la pantalla al pibe. Entonces, esa tensión que se vive en la familia de "esto no está bien, pero al mismo tiempo qué bien que me viene" no la tiene la escuela. A la escuela le molesta eso. Entonces, le resulta más fácil dar esa pelea porque no quiere la distracción, no quiere la dispersión.

El otro día escuchaba al dueño de una agencia que decía: "Yo si no medito cuando arranca el día y al final, si no me limpio, estoy quemado". Me hace pensar un poco si es posible escapar a este ocio productivo que charlábamos al principio.
Sí. Sí, yo creo que sí, hay que hacerlo posible, ¿no? Porque estamos muy cargados, yo cuando a veces al final del día por algún motivo busco una conversación en WhatsApp y veo la cantidad de gente con la que hablé, me sorprendo. Y si no respondés eso te queda pendiente y hay que hacer algo, porque realmente te quema la cabeza. Más cuando hay gente que está en alguna organización o en logística, o en un rol que interactúa con muchas personas. Si te sirve la meditación me parece espectacular, hay gente que se va por el deporte, hay gente que elige el arte, cada cual buscar encontrar la manera.

¿Trabajás con marcas?
Sí, este año empecé a trabajar más con algunas marcas, fue la primera vez que salí un poco del nicho educativo. Me contactaron, por ejemplo, de Telecom para dar una serie de charlas de crianza digital para los colaboradores.
Con Prisma hice algunas acciones: para el día de la de las infancias, hicimos unas cápsulas sobre cuidados en internet de las infancias y después también di una charla presencial para una empresa de servicio de salud de Rosario y trabajé con varias fundaciones que hacen eventos con docentes, la Fundación Bunge y Born, Pérez Companc.

Tuvimos un antes sin pantallas, el momento actual y un futuro esperemos más equilibrado. ¿Cómo se transforma la manera de mirar y estar con otros cuando no hay un dispositivo de por medio?¿Qué van viendo ahí?
Hay buenos resultados, hay gente que empieza a dormir mucho mejor, por ejemplo, porque se empieza a dar cuenta de que dormir con el celular por más de que uno se quede dormido, impacta profundamente en el descanso. Empiezan a hacer pequeños cambios y dicen: "Che, saqué el celular del cuarto y dejé de tener insomnio" o "Empecé a despertarme más descansado".
Hay gente que se toma la tarea de después de tal hora empezar a leer y vuelve a conectar con el placer de la lectura que a muchos nos está costando. Familias que cuando empiezan a retirar tablets o dispositivos ven que sus hijos vuelven a jugar, a jugar con juguetes, como que les baja un poco el nivel de irritabilidad, y también eso motiva. Cuando uno toma algunas decisiones y ve que vale la pena, te motiva a seguir por esa línea.

En algún momento te escuché hablar sobre los chicos y el juego, y cómo se estaba perdiendo eso.
Sí, sí, creo que es sobre lo que más vengo investigando y trabajando: esa esa idea de privación de juegos que tiene que ver con una ausencia pero porque se los estamos quitando, y las secuelas que tiene eso. El juego en la infancia es indispensable, juego infantil, juego con juguetes, juego simbólico, juego con imaginación, es muy necesario para el desarrollo saludable. Hoy las docentes están alarmadas porque desde jardín a los chicos les cuesta jugar. Hay directivos de escuela primaria que dicen: "Yo antes tenía que gestionar en el recreo el juego porque se desbordaba y ahora tengo que incentivar, llevarles ideas para que jueguen". Entonces eso creo que también alimenta mucho la crisis de salud mental del adolescente porque el juego es necesario para la construcción psíquica por un montón de motivos. Ahí hay otra batalla para no dar por perdida.
Jugar requiere un entorno habilitador. Tiene que haber una familia ocupada de que haya un espacio para jugar, un tiempo, no llenar la agenda de los chicos, sino que tengan tiempo en casa para jugar, para ver qué se les ocurre, para frustrarse si no les salió lo que querían, para ponerse de acuerdo con el amiguito al que invitaron a jugar.
Todo eso son pequeñas enseñanzas superimportantes. Porque si no, los chicos se encuentran con sus primeras frustraciones de grandes y colapsan. Y hay un impacto también en la creatividad, la imaginación. Esa es una batalla que queremos dar muy fuerte.

Creo que tenemos que empezar a generar una reivindicación del tiempo de ocio Que también impacta en la productividad, en la creatividad; o sea, si queremos ser creativos, si queremos equipos que trabajen bien, necesitamos que ese equipo en el momento descanse, divague, cree, tenga su mundo interior; y hay que empezar a generar buenas prácticas en ese sentido.


¿Algún consejo que quieras dar para comunicadores, para marcas? ¿Algo para que se lleven o que se queden pensando?
Está bueno, porque es otro público al que le suelo hablar. Creo que tenemos que empezar a generar una como una reivindicación del tiempo de ocio. Que también impacta en la productividad, en la creatividad; o sea, si queremos creativos, si queremos equipos que trabajen bien, necesitamos que ese equipo en el momento descanse, divague, cree, tenga su mundo interior; y hay que empezar a generar buenas prácticas en ese sentido. Respetar el tiempo de descanso, de ocio, que no sea siempre un buen valor el estar a full.
Como que hoy parece que una persona poderosa es la que más a full está y te da casi vergüenza no tener la agenda hiperllena. Quizás intentar equilibrar eso con reivindicar que me tomé la tarde, me tomé este rato y no estoy haciendo nada, y no hay problema. Cortar un poquito la tendencia de no parar y entonces "tomate una bebida energética" para seguir. Necesitás inspirarte en otro lado. Y si estás todo el tiempo enfrascado produciendo, impacta también. Tenemos que invitar a resistir esa tentación de reivindicar el non stop. Estamos corriendo todo el tiempo, disfrutando poco, y como que queremos parecernos a la inteligencia artificial. Con esta cosa de "ya te lo mando, perdón". Y la vida también se trata de otras cosas, ¿no? Quizás haga falta tocar un poco fondo o no, no sé, pero intentemos que no.
Empezar a identificar que mi actitud con el otro también puede ser un buen punto de partida. O sea, esta cosa de "te mandé un mensaje"..., hay algo como egoísta, ansioso, ¿viste? Listo, me saqué este pendiente. Entonces, se trata de intentar uno cambiar con el otro, hacer ahí algún cambio urgente.

Para cerrar, una última reflexión sobre influencers y adolescencia.
Yo vengo hablando mucho con los adolescentes sobre los influencers y el impacto en el autoestima, en esa frustración constante y este cambio de paradigma, especialmente en la publicidad.
Hay un taller específico que hago con adolescentes, donde les comparo una tapa de revista Caras de los 90, de Valeria Mazza espléndida en la Isla de Caras y un influencer. Como para hacer también el trabajo de cómo hoy es un plus de venta para el influencer vender naturalidad y espontaneidad, y que en realidad es falso. O sea, hay una puesta en escena, siempre la hay, solo que antes era muy evidente y la gracia de la publicidad era que se notara, ¿no? Que yo estoy con 38 personas alrededor dándome viento en la isla de Caras y todos sabíamos eso. Y si bien en general obviamente siempre hubo expectativas y frustración, antes era tan lejana esa persona, estaba a tantos kilómetros míos simbólicamente, que yo sabía que no iba a ser Valeria Mazza. Pero el influencer que basa su capital en vender lo más espontáneo que sea, empieza a impactar un montón en las expectativas, porque vos decís: "Ay, ¿si me compro ese serum? ¿Y si me compro ese coso para organizar la ropa? ¿Y si me compro...?".
Todo es posible porque parece natural y entonces te hablo mientras me hago el café y como que justo me agarraste desprevenida. Eso, en los chicos, y en todos, genera mucha frustración, porque parece que estamos a un centímetro de ser como esa persona y en realidad es falso. Estamos todo el tiempo vendiendo soluciones rápidas con la industria del consejo, donde se borra lo particular... Entonces por ahí yo me pongo el serum que vos te ponés y por mi piel no me toma igual. Está este cambio de paradigma en la publicidad de que lo natural, en la realidad, nunca es tan natural y eso impacta fuertemente en las expectativas.

Entrevista a Lucía Fainboim - Tenemos que empezar a reivindicar el tiempo de ocio

Anuncian en la edición #163