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2020 planteó preguntas,
2021 exige respuestas
Por Mariela Mociulsky
CEO de Trendsity
La pandemia de coronavirus frenó el mundo y nos llenó de interrogantes. Los
paradigmas quedaron expuestos a la discusión. La incertidumbre se apoderó de
todos los ecosistemas. El impacto en el mundo de los negocios fue contundente a
partir de la imposición de condiciones inéditas y desconocidas para las sociedades
del siglo XXI.
El aislamiento social, el distanciamiento, la restricción al mínimo de los
desplazamientos, entre otros condicionantes, dibujaron escenarios ante los cuales
tanto las personas como las organizaciones y las empresas fuimos armando
respuestas de urgencia basadas en la necesidad de protección ante ese enemigo
impensado que llegó con el COVID-19.
Los ambientes comerciales, empresarios y educativos se vaciaron, al tiempo que
los hogares se llenaron y se reconvirtieron en refugios, donde empezaron
a transcurrir las actividades laborales, recreativas, educativas, sanitarias. Aquel
“llego a casa, cierro las puertas y me olvido de todo” se transformó en oficina,
aula, gimnasio, sala de conferencias... Nuestros ambientes, donde antes tenían
acceso irrestricto los protagonistas de la radio y la televisión, de pronto se vieron
invadidos por maestros, profesores, médicos, personal trainers, ejecutivos, jefes
y colaboradores. Así nació y se consolidó el “homo hogareño”, como lo hemos
ido marcando desde nuestras investigaciones de campo en Trendsity, no por el
disfrute de serlo sino por no tener alternativa.
Acelerar los cambios
Tamaña transformación de los comportamientos sociales exigió adecuaciones en
todos los campos. Atender las demandas del homo hogareño aceleró innovaciones
que en países del mundo desarrollado ya habían superado la etapa de prueba,
pero que en los otros países asomaban de modo incipiente.
El e-commerce, el teletrabajo, las e-consultas se popularizaron como
herramientas para dar respuesta a consumidores trastocados en “segumidores”,
que priorizamos sentirnos a salvo de las acechanzas del coronavirus en cada
actividad cotidiana, midiendo el aporte a la seguridad en algún aspecto, buscando
alguna certidumbre.
Zoom, Teams, WhatsApp, plataformas, conectividad, internet se convirtieron
en términos usuales en el vocabulario popular. Conformaron el arsenal de los
refugiados en los hogares.
A partir de esa realidad, las empresas debieron adecuar sus modos de producción,
sus políticas de recursos humanos, sus mensajes hacia adentro y también
hacia la sociedad. Empatizar con el nuevo consumidor exigió el primer paso
de monitorear hábitos y valores, poner la lupa sobre conductas de compra que
cambian constantemente. Se observaron y consolidaron tendencias, que a un año
de instalada la pandemia perduran, aunque queda abierto el interrogante de su
supervivencia una vez que se haya logrado ganar la batalla contra el COVID-19:
—En todo el mundo, el e-commerce pasó a ser la forma más extendida de
aprovisionamiento (mediciones de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico
señalaron el año pasado un crecimiento del 84% de las ventas por internet).
Comprar tecnología por ese canal y otros bienes como indumentaria y calzado
ya era costumbre en la Argentina, pero adquirir alimentos no era frecuente. La
pandemia aceleró un canal que en meses avanzó lo que hubiera tardado cinco
años, según los expertos.
—La fragmentación social se profundizó con base en la crisis de desempleo,
por la inactividad casi total a la que quedaron compelidos vastos sectores, con la
gastronomía, el turismo y la hotelería entre los más perjudicados. La destrucción
de empleo en la Argentina intensificó la brecha entre ricos y pobres.
—Resignificación del rol de las mujeres. Encerradas en sus casas, las mujeres
sobredimensionaron el rol multitarea, dando respuestas como empleadas,
organizadoras de sus hogares, auxiliares de maestros y profesores, servicio técnico,
delivery, etc. La brecha de desigualdad por la que se viene trabajando para cerrar,
encontró en la pandemia un acelerador inesperado.
—La digitalización de todo lo que era posible ensanchó la brecha digital en
la Argentina, dejando a un lado a una amplia porción de la población sin recursos
económicos para muñirse de la tecnología para hacer frente a las modalidades
emergentes de consumo, educación, esparcimiento, salud.
—La necesidad de transporte seguro trajo cambios en la movilidad, muy
notorios en las grandes ciudades. El transporte grupal dejó paso a opciones
individuales. Motos, bicicletas, motopatines eléctricos, etc., conformaron un
paisaje urbano distinto.
—Las compras de cercanía consiguieron un boom impensado. A expensas de
los shoppings y las grandes superficies, los almacenes, las fiambrerías y muchos
comercios locales sacaron ventajas ante la preferencia de salir e ir lo más cerca
posible del hogar.
Una nueva normalidad
El panorama descripto a modo de síntesis no ha variado sustancialmente a un
año de iniciada la pandemia. En la Argentina transitamos una nueva normalidad,
y no es posible vaticinar si se consolidará o retrocederá hasta estadios anteriores
una vez que esté controlada la crisis sanitaria.
Las tendencias puntualizadas más arriba condicionan el horizonte, y el mundo de
los negocios busca las mejores adaptaciones para no perder el terreno conquistado
o para conquistar ese terreno que otros van dejando. Los equipos de branding,
marketing y publicidad enfrentan como principal desafío en este 2021 la demanda
de respuestas que plantean los consumidores. En 2020, la incertidumbre puso a
todos los actores ante la urgencia de afrontar una montaña de interrogantes.
Hoy el consumidor quiere respuestas, necesita sentir que hace pie, que puede
consolidar lo que a tientas pergeñó cuando arreciaba la pandemia. Así, las
propuestas de valor de empresas y marcas deben atender demandas que han
dejado de ser emergentes para tener carácter de constantes. Se trata de tener
en el mercado productos/servicios con valor marcario que comprendan la
fragmentación social, una brecha entre pobres y ricos que crece con el desempleo
y la falta de creación de puestos de trabajo.
Esta brecha genera crisis pero también oportunidades. Evidencia de ello es el
crecimiento que están viviendo las marcas propias o marcas blancas (la Argentina
encabeza el crecimiento en las ventas de estas marcas en América Latina,
conformando el 43,5% de la facturación en 2020, según datos de Nielsen). Otras
realidades también se visualizan en lo que ha sucedido en Mercado Libre, que
sumó 4100 nuevas pymes durante la cuarentena, según un estudio encargado a
Trendsity.
La propuesta de valor también conlleva atender la valorización creciente de
la sustentabilidad y la preocupación por el bienestar social. Si cuentan con la
alternativa de elegir, una gran parte de los consumidores se decide por marcas
que se preocupen y hagan un aporte por el medio ambiente y por la sociedad
donde están insertas. Las políticas deben visibilizarse en acciones que los
consumidores experimenten en forma concreta. Donaciones y apoyo a la población
más vulnerable, programas de primer empleo, de conectividad y educación, de
desarrollos de prácticas ecológicas, alimentan el imaginario colectivo y agregan
positividad en la percepción que hacen los consumidores.
La transformación abarca también las aristas culturales. Caen estereotipos, la
tolerancia gana terreno tanto como la relatividad. Crear mensajes que empaticen
conlleva una fórmula compleja, distinta según la tribu a la que se apunta. El
propósito de marca debe tener gran claridad. El valor marcario se construirá no
solo con la decisión en el punto de venta, más que nunca el consumidor estará
observando todo lo que esa marca produzca.
Obviamente, marketing, branding y publicidad deberán agregar el pilar de la
agilidad al de la creatividad, es decir, una capacidad de respuesta relevante del
contenido del mensaje en el tiempo justo. Si bien hay un escenario con algunas
megatendencias consolidadas, las vacunas y otros aconteceres pueden derivar
en nuevas declinaciones, en necesidades cuya satisfacción rompa procederes de
modo repentino.
Al poner en el mercado productos/servicios, se debe tener presente la omnipresente
digitalización. Esta llegó para quedarse, pero también para acentuar diferencias
entre quienes cuentan con la tecnología para exprimir el jugo de sus beneficios
y aquellos que quedaron excluidos de esa digitalización, por carencia de recursos
económicos, pero también por deficiencias educativas y hasta de infraestructura.
La vasta y variada geografía argentina esconde demasiados lugares donde la
brecha digital se acentúa por falta de conectividad, impensada en regiones del
Primer Mundo.
Además, la crisis económica que golpea a la Argentina ensancha la brecha relacionada
con el poder adquisitivo. Es probable que algunos vuelvan rápidamente a viejos
hábitos, porque los pueden costear. En tanto, habrá que estar atentos a cómo
se reinventa una clase media asediada por el cierre de fuentes de trabajo. Tal
vez el sello distintivo de los jaqueados sectores medios sea la reasignación
de prioridades. Ello incidirá en la elección de marcas y de servicios. Más de
la mitad de la población está buscando hoy la calidad posible, aceptable,
y en cada categoría esto es distinto. Porque no es lo mismo en alimentos (y
en alimentos para los hijos particularmente) o en pañales que en categorías de
consumo que no son imprescindibles.
Hay nichos que la pandemia agiganta, como el de los productos para cocinar en
casa, asociados también a una alimentación más sana y gratificante; se prioriza
saber que no tienen conservantes o ingredientes considerados tóxicos y, en cambio,
que aporten a la inmunidad a partir de vitaminas o propiedades de ingredientes
que se suman a la dieta. Además, son una oportunidad para recrear el clima
familiar y distender el agobio fruto del encierro. Este encierro, en muchos casos,
ha derivado también en nuevas patologías relacionadas con la salud mental.
Juegan un rol distinto los millennials y cada generación con sus propias
preocupaciones, hábitos e incertidumbres. Grupos etarios jóvenes que inicialmente
se mostraron dóciles a las imposiciones de la pandemia, pero que han reaccionado
desmarcándose del comportamiento esperado, mostrando altos niveles de tristeza
ante las restricciones para sus planes de crecimiento. Siempre singulares en cuanto
a hábitos y consumos, conquistarlos con una propuesta de valor conformará
una prueba de fuego. Aunque hay que pensar en ellos como abanderados de la
sustentabilidad.