reportaje

Pucho Mentasti
El gran orfebre de historias


Por Carlos Acosta

¿Cuánto afecta a un director la distancia que implica el confinamiento? ¿Qué consecuencias trae esta pandemia al proceso creativo? Con una sensibilidad única Pucho comparte su propia transformación.

¿Cómo te estás tomando la pandemia?
Tratando de subsistir, como todos. Tratando de pasar lo mejor posible este tiempo tan raro que nos toca vivir. Pero trabajando un montón. Creo que mucho más que antes. Físicamente diferente, porque estoy sentado todo el día, pero trabajando mucho. Extraño los encuentros fuertemente. La verdad es que extraño el contacto físico con la gente. Sobre todo en mi trabajo, que se necesita tanto. Este tiempo me sirvió también para retomar un montón de cosas que en el día a día del laburo que hacemos, que es tan estresante y tan vertiginoso, no me lo permitía. O sea que en un punto tengo como un cierto… balance de emociones, te diría.

¿Qué es lo que más extrañás?
Puede sonar banal, pero extraño la montaña. Extraño estar ahí sentado en algún lado al aire libre, la montaña o el mar. Muchas de las ideas que llevamos a la mesa y que después se ven expuestas en nuestro trabajo nacen en esos momentos de ocio que no son tales, con los seres queridos y demás, que te llenan tanto de cosas para después volcarlas en tu laburo. Esta continuidad encerrado en tus propias cosas a veces es agobiante. Extraño un poco eso, esa posibilidad de inspirarme en diferentes suelos.

Algo que puede parecer ser ocio pero en realidad forma parte del trabajo, ¿no? Porque nutre la sensibilidad de un director, que es fundamental.
Definitivamente. Y es de donde cargás el combustible. Este trabajo hace que tu cabeza esté constantemente conectada, pero esos espacios, si querés a la vista y al cuerpo, a la piel expuesta a las diferentes temperaturas y a los diferentes climas, al viento, el estar solo o con las personas que querés, de alguna manera te llenan de esa energía de la cual se nutre el proceso creativo y te vienen las ideas. Ahora la búsqueda de lugares en donde descansar para encontrar cosas creativas, nuevas, interesantes, pasa por los rincones de tu casa.

¿En qué estuviste trabajando en estos últimos seis meses?
En muchas cosas. Yo te podría dividir mi tiempo de pandemia en dos. Los primeros dos meses tuve una sensación muy particular. Soy un tipo muy respetuoso tanto de las autoridades o de lo que la sociedad va dictando. Y fue tan sorpresivo lo que nos pasó que los dos primeros meses vivía en un estado más expectante, tratando de acondicionar mi ambiente, mi casa, mi entorno para lo que se venía. Y después empecé a retomar muchas cosas. Estoy trabajando en dos ideas que tuve y estoy desarrollando junto con un grupo de profesionales sobre una biografía, una historia para llevar a una serie a las nuevas plataformas que tanto nos cautivaron en este tiempo. Y una vieja idea de un largometraje que siempre quise hacer. En eso fue lo primero en lo que me cobijé. Después, como siempre con mis colegas, mis entrañables amigos de este ambiente, tratando de encontrar mensajes para acompañar un poco los sentimientos de lo que estaba pasando en el entorno, también trabajamos muchas maquetas, muchas ideas. En estos últimos meses ya se empezaron a concretar un poco más las cosas. Y comenzamos a cansarnos un poco más todos. Ya libremente te puedo decir que estoy trabajando con mis clientes de siempre, intentando materializar diferentes proyectos para varios mercados: España, México, Estados Unidos. Con proyección de empezar a viajar este mes.

¿Creés que el espectador que te miraba va a ser el mismo en un par de meses cuando llegue la supuesta “nueva normalidad”?
Esa es otra de mis preguntas. Yo siempre me puse en los pies de los espectadores, del público. Creo que es una de mis cualidades, la que me llevó a tener una conexión bastante profunda con el público. Este último tiempo tuve muchas charlas con colegas, alumnos, y recordé cosas de mi viejo. Mi viejo, como bien sabés, fundó una empresa de cine, hizo 340 películas de producción nacional en la Argentina. Ya desde los años 40 y cuando yo era muy chiquitito, él hacía sus propios focus groups, que antes no existían. Entraba en las salas de cine, muchas veces conmigo, más en los 70, y caminaba hasta la pantalla, se daba vuelta y miraba al público; veía cómo reaccionaban en cada momento de las películas que él hacía. Yo creo que eso fue un gran aprendizaje para mí, y después intenté hacerlo siempre. Es esa misma temperatura social que yo trato de detectar. Una de las consecuencias de esta enfermedad es la pérdida del olfato, ¿no? Y más allá de que la tengamos positivamente y estemos encerrados, la lejanía hace que lo perdamos un poco aunque no estemos enfermos. Entonces espero volver al ruedo para generar de nuevo ese contacto. Creo que la gente no va a ser igual, que algo debe haber aprendido, como yo también de alguna manera lo hice. Así que vamos a tratar de volver a mezclarnos un poco, y a sentir y tener ese termómetro de lo que está pasando alrededor.

En pocos lugares del mundo la pandemia se ha politizado tanto como en la Argentina. ¿Hay cosas que te preocupan?
Me preocupa haber llegado a este momento debilitados, con la sociedad debilitada. Con nuestros problemas a flor de piel. En un principio hubo una adhesión total, después fue desmoralizándose un poco todo, y tenemos muchos más problemas a pesar de este encierro y de la pandemia. Hay heridas que no han cicatrizado sino que están abiertas. Yo ruego y rezo todas las noches por una sociedad mejor. Tengo hijos adolescentes, este es mi país y disfruto mucho de estar acá, pero me duele mucho lo que sucede. Espero que juntos podamos ir surcando un poco estas diferencias, ¿no?

Te tocó trabajar con grandes creativos de todas las generaciones, Agulla, Baccetti, Ponce, Mercado y Medvedocky... ¿Cómo ves que ha ido evolucionando un poco el trabajo en estos años?
De alguna manera, los creativos tienen los mismos objetivos, buscan por los mismos lugares. No hay mucha diferencia. La diferencia es por supuesto lo que genera la evolución de la tecnología, de los gustos, digamos, de las nuevas generaciones, el nuevo público. Pero toda esa gente es muy despierta. Son los mejores. Martín Mercado es el tipo que maneja este termómetro social del cual hablamos mejor que nadie en este momento. Como lo fue Ramiro, Carlitos o Hernán. Creo que cuando tipos como ellos tienen la voluntad de acercarse a la audiencia, de acercarse a los espectadores, ahí es donde a mí me gusta estar. Por algo la vida me fue llevando a juntarme con gente de ese talento y me hizo muy bien.

Mi terapeuta me dice que una buena manera de sobrellevar esto que nos pasa es imaginando. Insisto con esto: ¿pensás que de ahora en más vas a dirigirte a otro espectador? ¿Te angustia un poco pensarlo?
Angustia un poco. Hay un ejercicio que hizo Sundance con la Universidad de Estocolmo en el que les daban tantos euros a determinadas personas si se animaban a saltar de un trampolín. Aceptaron varios. El trampolín tenía diez metros. Ellos subían sin la dimensión de lo que son esos diez metros. Como nosotros ahora, que no tenemos dimensión de lo que sucedió y de lo que pasa. Las reacciones arriba del trampolín eran variopintas, increíbles. Cuando vos estás ahí parado te tenés que agarrar de cosas que aprendiste. De la sabiduría del aprendizaje. La cultura te da cierta libertad, y esa libertad te da coraje. Te da coraje de sentirte libre. Podés saltar esos diez metros sin saber qué pasa cuando estás cayendo o dónde vas a caer. En definitiva caés en una pileta, no pasa nada. Es el mundo en el cual vos tenés que vivir. Me parece que tenemos que apelar un poco a toda nuestra experiencia, a todo lo que aprendimos como raza, como sociedad. Y a resguardarnos en los más queridos, en el amor, en lo que te enseñaron las personas que vos más admirás… Ahí es donde creo que hay que tomar fuerzas para encarar lo que viene.
Ojalá la gente sea un poquito diferente, un poquito más sensible, un poquito más consciente. Yo siento que es salgo un poco más consciente y más sensible, y un poquito más rebelde también. Hay cosas que ya no quiero. No creo que las vaya a aceptar como alguna vez lo he hecho para pasar al próximo casillero. Me parece que nos vamos a encontrar con gente un poquito más intolerante en ese sentido y me parece bien. Y yo estoy dispuesto a trabajar y a hacer crecer un poco esa conciencia que ojalá aparezca también en el mundo.

Se dice que si cada uno hiciera bien su trabajo, lo que tiene que hacer, todo sería mucho mejor. ¿Cuál sentís vos que es tu compromiso como director?
Yo me siento un buen contador de historias. Me identifico a veces con los juglares del Medioevo. Creo que contar historias hace bien a la gente. Cuando tuve que decidir sobre una carrera de adolescente y qué iba a hacer de mi vida, tuve muy en cuenta algo que decía mi viejo: la gente siempre va a necesitar entretenimiento. Es muy simple. Yo soy un buen orfebre de las historias, y eso es lo que trato de hacer lo mejor posible tanto en la publicidad como en las redes sociales o las pantallas de streaming.

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