¿Cómo está impactando la pandemia en nuestra cotidianidad?
¿Qué tendencias se aceleraron y cuáles empezaron a surgir
como respuesta? ¿Qué nuevos escenarios se abren para las
estrategias de negocios, de branding y de comunicación?
Conversamos con Sil Almada y Guillermo Oliveto para explorar
más a fondo algunas de las tensiones y tendencias sociales
que vislumbraron desde Almatrends Lab y Consultora W.
“Primero poco a poco, luego de repente”, escribía Hemingway en 1926. El
COVID-19 demostró ser el acelerador de tendencias más inesperado. En el
informe hablan de hábitat viral. ¿Cómo lo describirían? Desde siempre el ser humano, al igual que el resto de las especies, estuvo
condicionado por su hábitat, entendido como el entorno en el cual nos ponemos
en juego. El progreso se basó justamente en la capacidad de limitar esos
condicionamientos y ponerlos a jugar a su favor. La ciencia, la técnica y la tecnología
le permitieron llegar al punto máximo de ese proceso: la globalización.
El mundo como un único hábitat. Sin fronteras, ni barreras. El tiempo y el espacio
se comprimieron. Tal como lo había planteado Marshall McLuhan en los años
60, “la aldea global” no solo se volvió real, sino además accesible y transparente.
El COVID tiene la particularidad histórica de ser una amenaza para la especie
humana en su conjunto sin distinguir razas, religiones, geografías, nacionalidades
ni clases sociales. Tuvo la capacidad de utilizar todas las plataformas de la ansiada
globalización para transformarse en un evento transversal y sincrónico. Se “subió”
a los flujos de comercio y transporte, y se potenció con dos objetos de deseo
icónicos de la época: el viaje y el entretenimiento. Tanto el turismo como los
grandes eventos deportivos y musicales fueron grandes fuentes de contagio.
El impacto simbólico se potenció gracias a la profusa trama informativa en tiempo
real que fue diseñada como el torrente sanguíneo de ese mundo 24/7, el cual
nunca se apagaba ni se frenaba. Tanto los medios tradicionales, que habrían
recuperado varios casilleros en la batalla por la atención, como las redes sociales,
ambos habrían estado informando en simultáneo y de manera inédita con alertas
y alarmas que atemorizaron a la población, lo que ocasionó cierta alteración
brusca en el hábitat social humano. La cotidianeidad que teníamos quedó en suspenso a partir de la irrupción de
un virus que ponía en riesgo lo más valioso que puede tener un ser humano: su
vida. Desde entonces, nuestro hábitat se volvió “viral”. Tuvimos que incorporar
de pronto no solo costumbres nuevas, varias a desgano o reticencia, sino otras
relevantes como el cuidar del otro. Además, un lenguaje propio de la época acorde
a la distopía en la que de pronto nos vimos inmersos.
Este es un “hábitat viral” en el cual viviremos hasta que la pandemia se disipe, ya
sea por el desarrollo de una vacuna, el hartazgo de la sociedad o por el aprendizaje
adquirido, de acuerdo con lo acontecido en pandemias anteriores. Actualmente,
la sociedad ha comenzado a incorporar el virus como una de las tantas amenazas
a las que hay que enfrentarse, si se quiere tener una vida posible que valga la
pena vivir.
En esta edición estamos reflexionando sobre cómo el COVID-19, entre otros
efectos colaterales, nos obligó a volver sobre los conceptos de tiempo y
espacio. ¿Cuál es su percepción al respecto? La irrupción del COVID-19 naturalmente modificó toda la lógica del tiempo y
el espacio. Tanto la cuarentena per se como las restricciones en el traslado han
“detenido el tiempo”. Entramos como en una especie de “limbo” tan extraño
como distorsivo. El tiempo se puso en “pausa”. Nuestra vida se “des-ritmó”. Al
comienzo fue un shock. Lo desconocido se procesó con dos reacciones en apariencia
contradictorias: por un lado, una cierta parálisis y, por el otro, la hiperactividad.
Sin embargo, ambas tenían un punto en común: el miedo.
El Homo sapiens es un animal adaptativo por naturaleza. La pausa del inicio
de la cuarentena luego se transformó en una “pausa activa”. Nos pusimos en
movimiento, pero de un modo surrealista.
La digitalización se aceleró para acortar más que nunca una distancia que de
pronto se había tornado infinita e imposible. Ya no se trataba solamente de no
poder ingresar a otro país, sino de no poder salir de casa. Nos subimos a una
bicicleta fija imaginaria y pedaleamos para sentir la adrenalina de un movimiento
simulado.
Finalmente, la apertura progresiva de la cuarentena nos abrió la puerta para
encontrarnos de frente con la “nueva realidad”. No es la vida que teníamos,
tampoco la del momento más oscuro del inicio. Es algo que todavía estamos
tratando de descifrar, donde las leyes escritas y no escritas de lo que está permitido
y de lo que está prohibido se alteran minuto a minuto.
¿Cómo imaginan que será la vuelta al afuera y esa puja entre libertad y
seguridad? Libertad versus Seguridad es una de las tensiones centrales de la experiencia
humana. A medida que baje el miedo, la libertad irá recuperando parte del terreno
perdido. Después de toda esta experiencia nos va a quedar un nuevo umbral de
seguridad, por haber entendido de qué se trata una pandemia. Pero a la larga,
la libertad va a volver a ser el motor de la vida del siglo XXI, como lo fue hasta
finales de 2019. Se la puede poner en suspenso, pero eso no implica reducir su
potencia como pulsión fundamental de nuestra existencia. Es demasiado atractiva
e interesante como para perderla.
¿Cómo se traduce lo que hemos estado viviendo a los hábitos de consumo? El consumo se vio afectado severamente tanto por la pandemia como por la
cuarentena. En sectores como el turismo internacional y los eventos masivos, la
afectación es global y se debe en gran parte a la pandemia. En cambio, en sectores
como el comercio y los servicios profesionales, el efecto de un confinamiento más
o menos extenso, más o menos estricto, resultó crítico en todo el mundo tanto
para la magnitud de la caída como para la velocidad de la recuperación.
En la tensión “hogar versus calle” se juega el partido del consumo durante el
COVID-19. En cuarentena, gana el hogar y se destruye la calle. En la reapertura,
la calle recupera protagonismo y se abre una pelea franca de todos contra todos.
En general disputándose billeteras más acotadas como consecuencia de las
recesiones generadas por ambos fenómenos: pandemia y cuarentena.
¿Sienten que la exposición de la intimidad que trajo aparejado el home office
a partir de la cuarentena también es vivida por las marcas? No necesariamente. La transparencia a la que están expuestas las marcas es un
fenómeno previo al COVID-19, que se originó en la horizontalidad de la información
y la participación generada por las redes sociales. Consumidores proactivos que
quieren participar de la conversación y marcas que se ven desafiadas a interactuar
quieran o no, es algo que venimos experimentando hace por lo menos una década.
Donde sí hay un punto de contacto entre lo uno y lo otro es en el tono y modo de
la época. La fragilidad y la volatilidad del estado de ánimo actual es un hecho del
que dan cuenta múltiples evidencias. Crecen la incertidumbre, la preocupación, la
angustia, la tristeza y la ansiedad. Al tratarse de un fenómeno tan transversal como
universal, se produjo una cierta nivelación a escala global donde una celebrity de
Hollywood puede sentir más o menos lo mismo que cualquier mortal, más allá de
hacerlo en un entorno físico más cómodo y lujoso. Muchas grandes estrellas ven
su porvenir amenazado.
Se paralizaron por completo industrias tales como la de la música o el cine.
Y durante varios meses, incluso el multimillonario negocio del deporte. Todos
tuvieron, y tienen, miedo. Insistimos: al tratarse de un fenómeno humano, las
distinciones se acotan. Es por ello que el home office se abre a un espacio de
intimidad que va más allá de mostrar algún rincón de tu casa, dado que muchos
interlocutores se permiten abrir sus emociones en las interacciones digitales.
Es esa intimidad de “barra de bar” que de pronto aflora sin que ninguno de los
participantes sepa muy bien de dónde salió y por qué. Y que así como llega,
desaparece.
Lo que las marcas deben interpretar de este fenómeno coyuntural, es que
emergieron un tono y un modo “intimistas” propios de una época donde todos
estamos a flor de piel.
Escuchamos varias veces a Guillermo decir que en el consumo argentino hay un
refrán no escrito que dice que “el que acompaña en la mala, cobra en la buena”.
Veníamos de un contexto complejo, que incrementó exponencialmente su
complejidad en el último tiempo. ¿Qué le está pidiendo la gente a las marcas
y cómo sienten que las marcas están respondiendo? Como siempre, la gente les pide a las marcas que la entiendan. Solo que en estas
circunstancias tan inéditas como incomparables, ese desafío es mucho mayor. Se
trata de interpelar emociones volcánicas. No hay espacio para la retórica vacía o
difusa. No lo había antes, menos ahora. La demanda pasa por decir lo pertinente
y hacer lo que cada uno tiene que hacer. Sin sobreactuaciones ni sobregiros.
Sensibilidad, precisión y acción.
Había una sensación de que la pandemia nos estaba volviendo más
austeros; sin embargo, algunas postales globales muestran gente que salió
desesperadamente a consumir una vez que se flexibilizaron un poco las cosas,
tanto en marcas premium como otras más accesibles. ¿Qué está pasando? Vivimos en una sociedad de consumidores. Aquellos que al comienzo de todo
esto vaticinaron que el mundo cambiaría para siempre y que nada volvería a ser
igual, tal vez se apresuraron un poco. En nuestro caso, el primer mes decidimos
dedicarnos a reflexionar y casi no emitir opinión. Nos focalizamos en la observación,
el pensamiento y el análisis; también a cruzar opiniones y miradas con colegas
globales, que integran la red de Almatrends, y con clientes y colegas locales. Nos
abocamos a leer a filósofos, historiadores, psicólogos y sociólogos antes que a
economistas y epidemiólogos, porque nuestro marco de análisis fue, desde el
principio, que se trataba de un fenómeno profundamente humano, antes que
técnico. En mayo lanzamos la plataforma digital de contenidos de <Almatrends>
y como parte de ese lanzamiento institucional decidimos
compartir con el mercado, sin cargo, nuestro informe “Tendencias y tensiones
sociales en el nuevo hábitat viral”. Entendimos que nuestra responsabilidad era
ayudar a pensar de la mejor manera posible en un momento donde era muy fácil
perder la perspectiva. En ese sentido, el consumo revancha no nos sorprendió. Por el contrario verificó
nuestra hipótesis de base: cuando bajara el miedo, volvería el deseo. Creemos
que al final, el deseo le ganará al miedo. El tema obviamente es dilucidar cuándo
será el final, qué sucederá en el medio, cuánto se romperá en el camino y de qué
modo se producirá la “re-construcción”.
Ahora bien, a la tensión “miedo/deseo”, que es humana, se le cruza la tensión
“deseo/ posibilidades” que es algo mucho más pragmático y concreto. Estamos
convencidos de que la gente va a querer volver a todo o a casi todo. El tema es
cuándo va a poder volver a cada cosa, dependiendo de las restricciones legales y
sanitarias. Y, por otro lado, en cuáles va a poder concretar sus deseos, aun siendo
autorizada. La tensión será entonces entre querer y poder. Las consecuencias
económicas y sociales que arrojarán la pandemia y la cuarentena se harán sentir.
¿Qué nuevos escenarios se abren para las estrategias de negocios, de branding
y de comunicación? Ese es el punto. Ahora más que nunca se trata de construir escenarios. No hay
un único futuro, hay varios futuros posibles. No hay un único presupuesto para
el año 2021, hay varias opciones. Dependiendo por supuesto de la duración de la
pandemia, de la gestión de la cuarentena y del impacto económico y social de ambas.
Las novedades provenientes de Europa –un espejo que adelanta tres meses–
no son alentadoras. La segunda ola ya es una realidad en el hemisferio norte.
¿Llegará a tiempo la vacuna o tendremos que volver a pasar por un confinamiento
estricto? A eso hay que cruzarle las tendencias que aceleró el COVID-19, como
la digitalización, y las que generó, como el “hogar búnker”. Ambas sacudieron
el tablero de los negocios. Y obviamente lo económico. Complejo a nivel global,
más complejo aún a nivel local. Hoy, el futuro es una usina de incertidumbre,
paradojas y contradicciones. Sería un grave error pensar que de acuerdo con las
circunstancias imperantes, el pensamiento estratégico carecería de sentido, dada
la enorme volatilidad estructural. Por el contrario, es más necesario que nunca.
Una buena lectura del contexto es clave para encontrar espacios de oportunidad,
acotar amenazas, riesgos, y definir algún horizonte hacia el cual dirigirnos. No
hay nada peor que navegar a la deriva. Podemos estar cerca de la costa y ni
siquiera saberlo.
El resurgimiento del comercio local, las “ciudades de los 15 minutos”, la nueva
espacialidad tanto urbana como dentro del hogar o las oficinas… ¿Qué creen
que llegó para quedarse y qué necesitará de mucho más que una pandemia
para concretar el cambio? La ciudad a 15 minutos o la “walking distance” es un hábito en el estilo de vida
que desde Almatrends venimos observando hace tiempo. Un comportamiento
que era “vanguardia”, de pronto se volvió “mainstream”. Forzados a circular cerca
de casa, de pronto la cercanía nos llevó a descubrir opciones interesantes que
resolvían nuestras necesidades de consumo. Sobre todo, por el menor tiempo y
esfuerzo dedicado. Apareció un valor recuperado: la vecindad como espacio de
cuidado. Surgieron las “comunidades de bienestar” y los “nodos de vitalidad”. Una
tendencia que observábamos acerca de una “nueva espacialidad”. La necesidad
de ampliar el espacio en la vía pública se transformaría en el centro de la escena
social, una vez que dejáramos atrás el confinamiento. La “vieja normalidad” pugnará por volver con todas sus fuerzas en el mundo
posvacuna. Somos de los que creemos que en buena medida lo logrará. La gente
volverá a los shoppings, los cines, los teatros, los estadios y los aviones. Habrá
que ver cuánto de toda esta vida más “slow” se logra mantener al recuperar el
ritmo. Como hipótesis de base podemos decir que la “nueva espacialidad” está en
el tope de las cosas que a la gente le gustaría mantener cuando todo esto haya
quedado atrás. La sobredosis de tecnología que tuvimos nos hizo ver y sentir que
el contacto humano y el aire libre eran mucho más valiosos de lo que pensábamos.
Impedidos de tenerlos, los revalorizamos. Finalmente podemos decir que, entre
tantas fatalidades, tristezas y angustias, algo bueno dejó la pesadilla global del
COVID.